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El Ventorrillo. Un nuevo proyecto laboral y un nuevo blog

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Como dice mi perfil y alguna vez he comentado en este blog, trabajo en el departamento de exposiciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Ahora, desde hace poco, he comenzado un nuevo proyecto en la Estación Biológica El Ventorrillo, en la Sierra de Guadarrama. 
Quiero desarrollar actividades de divulgación científica, realizar cursos, planificar rutas y dar a conocer especies y procesos de la Sierra al público en general y a los escolares de la zona en particular.
Puerta de acceso de la Estación Biológica
Algo de esa información me será facilitada por los científicos que allí trabajan o han trabajado, para de esa manera dar a conocer el fruto de sus investigaciones, pero otra será el resultado de mis propias observaciones tipo cuaderno de campo a los que ya os habréis acostumbrado. Me gustaría facilitar a los excursionistas de la Sierra información sobre lo que pueden observar en cada momento, ya sabéis, no solo sobre los grandes animales, buitres, águilas y cabras monteses, sino también esos pequeños seres que pasan desapercibidos y que guardan secretos a veces mucho más interesantes.
Punto más bajo de la Estación al lado de la carretera.

Muchos de los contenidos de "Notas de campo y jardín" ya trataban sobre la Sierra de Guadarrama. Ahora, a punto de cumplir los cinco años de blog y las 200 entradas, procuraré diferenciar un poco los contenidos de uno y otro sin morir en el intento.  Bien es verdad que como el nuevo blog va a ser una parte más de mi trabajo voy a poder dedicarle más tiempo a ello.
Vista sur de la finca desde la carretera. 
Seguro que mis seguidores madrileños conocen bien la situación de El Ventorrillo en la subida al puerto de Navacerrada. Como en la primera entrada del nuevo blog ya explico lo que es la Estación Biológica y mis intenciones, simplemente os remito a él y espero que sigáis acompañándome con tanta amabilidad como me habéis seguido aquí. Advierto, sin embargo, sin miedo a repetirme, que la estación es de acceso restringido solo para los investigadores, donde trabajan y se alojan. Sólo excepcionalmente se realizarán actividades públicas en su interior, lo más normal es que se hagan en su entorno y en otras zonas de la Sierra.
El enlace está en la columna derecha, pero lo pongo también AQUÍ.


Estorninos, nieve, otros pájaros y olivas en el jardín.

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Estornino negro, Sturnus unicolor
La nieve llegó por primera vez hasta casa este pasado sábado y las aves no han dudado en acudir en tropel al comedero del jardín y al olivo que este año está bastante repleto de aceitunas. Había momentos en que tenía ante mis ojos cinco o seis especies según me asomaba a la ventana de la cocina.

Entre ellos me fije especialmente en los estorninos, en sus picos amarillos o negros y porque metidos entre las ramas del árbol veía algún ejemplar con tonos muy claros que me hicieron pensar que se podía tratar de algún ejemplar de estornino pinto.

Pero no, después de muchas carreras y subidas de escalera de una habitación a otra para intentar tenerlos a tiro de cámara, puede asegurarme de que o bien era un ejemplar particularmente manchado, dentro de los límites de variación de la especie negra o un ejemplar de un grisáceo bastante claro. Lo que puede evidenciarse en las fotos es lo bonitos que son estos pájaros cuando se ven de cerca, aunque a cierta distancia parezcan negros y todos iguales.
Entre foto y foto, por supuesto, observaba el comportamiento a la hora de comer de estos animales, que es de lo que se trataba. Y así he podido ver que el ejemplar de la primera foto, que tenía una pata mala que no podía estirar, comía del suelo y del comedero, porque evidentemente no podía hacer como otros ejemplares que arrancaban las olivas mientras estaban posados en las ramas más altas. Estos pájaros son muy asustadizos y prefieren comer en lo alto de las ramas, aunque lo tengan más fácil en el suelo.
También vi que la mayoría de las aves picoteaban las olivas dejando el hueso, pero alguno que otro no se lo piensa mucho y se tragaba la aceituna entera.

Estornino tragando una oliva.
Eso impresiona verlo, pero más aún cuando el que se lo traga es un pajarito de tamaño mucho menor: una curruca capirotada. ¿Pero qué garganta tiene este ave? Lamentablemente no le hice la foto en plena acción, por contento me doy con haberla pillado así, asomada entre las ramas.
Curiosamente andaba entre las ramas del olivo una pareja, macho y hembra, de currucas, igual que hace cinco años conté en la primera entrada de ese blog: "Días de pájaros hambrientos".

Curruca capirotada, Sylvia atricapilla, hembra.

Los gorriones también picotean las olivas, pero sin mucha convicción, ellos prefieren el pan y las semillas directamente del comedero, aunque sea entre la nieve. Y un petirrojo andaba de aquí para allá picoteando en todas partes.

Gorrión común, Passer domesticus, pareja.
Los mirlos alternan la búsqueda de lombrices bajo la hojarasca con algún que otro aperitivo frutal. Es curioso que estos días, incluso varios machos, en general bastante intolerantes entre sí, se dedican a comer sin prestarse mucha atención y también mezclados entre los estorninos.

Mirlo común, Turdus merula, macho.

Más temerosos son los rabilargos, que por primera vez he visto detenerse a comer en casa, muy desconfiados porque seguramente estaban fuera de su recorrido habitual conocido, que se encuentra a un kilómetro de casa, más o menos. Y, por supuesto, las urracas que venían con ellos, ante cuya presencia todas las demás aves huyen, aunque por suerte para todos solo llegan, cogen la aceituna y se van volando. Seguro que más de una la esconden en sus despensas para el invierno.
También pasó por allí el típico bando mixto de páridos, con herrerillos, carboneros comunes y garrapinos, pero apenas si se posaron un momento en las ramas altas de los tarays y siguieron su camino ante la multitud que se disputaba el alimento más abajo.

Rabilargo, Cyanopica cookii.

No solo el olivo ha sufrido los "ataques" de las aves, los hermosos madroños han sido picados sin piedad cumpliendo una de las principales funciones por la que lo puse en el jardín, aparte de para hacer licor y adornar, pues es uno de los arbustos más bonitos, que ahora están en plenitud con los frutos en distintos grados de maduración y las flores. Para colmo, ahora medio cubiertos por la nieve.
Por cierto, todas las fotos anteriores están hechas a través de dobles ventanas, por lo que puede verse algún que otro reflejo, veladura o falta de enfoque, que no he podido evitar.

Madroño. Arbutus unedo.

Nuestras razas ganaderas, un tesoro de Biodiversidad.

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Vaca negra avileña ibérica en el Puerto de la Morcuera, Madrid.
Este fin de semana se ha hablado mucho en los círculos conservacionistas de la cacería que se ha celebrado en el Parque Nacional de Monfragüe y no he podido evitar recordar los inicios de la declaración de ese espacio, entonces aún Parque Natural.
La casualidad quiso que yo colaborase en un estudio sobre ranas en aquellos tiempos posteriores a la dura lucha contra el establecimiento de plantaciones de eucaliptos. Por eso, lo visité con mucha frecuencia durante dos años y conocí la que creo que fue su etapa más bonita, a cargo de Jesús Garzón.
Una de las acertadas ideas de Suso era recuperar algunos de los usos ganaderos de esa tierra y entre ellos incluía no solo la trashumancia y las cañadas y veredas como pasillos biológicos, cuando casi nadie se acordaba ya de ellos, y menos desde el punto de vista conservacionista, sino también las razas autóctonas como reservorio de biodiversidad cuando ese término aún no se había inventado.
Ahora llamamos biodiversidad genética a la que existe dentro de una especie y las razas ganaderas son un precioso ejemplo.
Una de las primeras vacas blancas cacereñas que llegaron al entonces Parque Natural de Monfragüe, finca Las Cansinas.
Diapositiva de la época digitalizada.
Siempre me han gustado tanto los animales silvestres como los domésticos y aquellas palabras suyas eran música para mis oídos. Y así fui testigo de los primeros intentos de volver a dotar a los ganaderos de mastines españoles y observé, en primera fila, la llegada al Parque del grupo inicial de vacas de raza blanca cacereña, que se encontraba (y sigue) en serio peligro de extinción. 
Con emoción nos contaba Suso que esas vacas, según decía la tradición, habían llegado a Extremadura de la mano de los romanos, que admirados de su belleza y blancura la utilizaban en sacrificios rituales a sus dioses. Después se habían conservado gracias a su rusticidad, pero en tiempos recientes se habían ido perdiendo por cruces con otras razas bovinas más seleccionadas pero menos resistentes, pues su fortaleza ósea las hacía idóneas para conseguir una buena producción de carne a la vez que resistencia y tamaño.
Entonces, todos pensábamos que aquello de los romanos seguramente se trataba de una bonita leyenda, pero años después, cuando los análisis de ADN relacionaron las blancas cacereñas, no con otras razas autóctonas ibéricas, sino ni más ni menos que con las vacas de la India, nos dimos cuenta de que quizás algo de verdad había en ella y que la tradición oral, generación tras generación de pastores, podía tener su razón.
Vaca avileña negra ibérica en prados de la Sierra de Guadarrama.
Ese problema de pérdida de variabilidad genética por hibridación con razas más productivas pero menos rústicas, es una constante en las razas españolas y lo vemos en el día a día en nuestro campos, donde a las vacas autóctonas les colocan sementales de otras razas para conseguir terneros más productivos. Afortunadamente, existe un pequeño número de ganaderos apasionados que se encargan de mantener ciertas razas y hay organismos oficiales que velan por su conservación.

Semental de avileña negra ibérica. Estos toros tienen una increíble potencia y agilidad y su sangre late por muchas de las ganaderías de toros de lidia.
Sé que me quedo muy corto, pero no tengo ni tantas fotos como me gustaría, ni este es el lugar adecuado para hacer una relación exhaustiva de todas nuestras razas. Valgan las que muestro a modo de ejemplo.
Veo a diario los rebaños de avileñas negras en las laderas de la Sierra de Guadarrama y me admira como soportan tanto la nieve y la escarcha invernal como los tórridos días de verano. No entiendo cómo pueden soportar con ese intenso color negro la radiación solar del mes de agosto.
Entre las avileñas, de cuando en cuando, se encuentran otras vacas de un bonito color grisáceo, llamado cárdeno. Se trata sin duda de moruchas cárdenas, aunque sean cruzadas, una raza de origen ibérico, propio de las dehesas salmantinas no muy abundante por esta zona madrileña. Sin embargo, el año pasado disfruté del espectáculo de un rebaño de ellas, posiblemente de pura raza, entre los pinares y prados de Cercedilla. Hay una variedad de cárdena andaluza, muy parecida y con igual color, aunque a veces es más manchada. En Andalucía tienen también sus correspondientes negra ibérica y retinta, todas son descendientes del tronco ibérico ancestral.
Vaca morucha en Cercedilla.
Las vacas retintas son de su mismo origen y, junto a las razas anteriores, son ancestros de muchas ganaderías bravas o de lidia, que al contrario de lo que suele creerse, no es una raza definida, sino una selección y cría de diferentes orígenes teniendo en cuenta su bravura y utilidad para la lamentablemente llamada "fiesta nacional". Teniendo esto en cuenta, no me preocuparía la pérdida de ese ganado, pues no considero que haga un gran aporte a la riqueza genética de nuestro patrimonio. Y tampoco me vale otro viejo argumento en defensa de la conservación del toreo, el hecho de ser valedora de las dehesas andaluzas, extremeñas o salmantinas, pues hay muchas otras razas que son rentables en ese ecosistema y, posiblemente, menos problemáticas. Aunque, naturalmente, es una opinión muy personal y, advierto, no lo voy a someter a discusión en los comentarios.

Vacada de lidia en Salamanca con claros orígenes de la raza retinta.
Otras de las vacas que pueden verse, aunque la mayoría de las veces cruzada con otras razas, son las berrendas. Son unos animales muy grandes y de cuerpo largo. Son conocidas y se han conservado posiblemente por su uso como mansos o cabestros para guiar al ganado bravo, incluso en los encierros. También es una excepcional raza de trabajo por su tamaño y fuerza, pero con la mecanización del campo no son tan necesarios y sus efectivos han disminuido mucho.
Semental de berrenda en colorado mostrado en la feria de ganado de Cercedilla en 2013.
En las dehesas de Guadarrama, Alpedrete y algunas más del entorno, se pueden ver vacas que se ajustan bastante a la tipología y color de la raza, aunque muy posiblemente estén cruzadas. Junto a la Carretera de Colmenar Viejo (N-607), cerca de la salida a Guadalix de la Sierra, hay un prado donde suele haber buenas vacas de estas razas.
Vacas y terneros con tipología de berrenda, aunque los cuernos no sean los típicos de la raza, al menos en el ejemplar más cercano, aunque quizás sea aún joven. Dehesa de Guadarrama.
Y, aquí la curiosidad: las berrendas en negro y las berrendas en colorado, no tienen el mismo origen a pesar de que su aspecto sea muy similar y que casi solo se diferencien en el color. La tradición ha querido que los ganaderos hayan mantenido a estas dos variedades separadas y así han llegado hasta nuestros días, aunque corren serio peligro, como siempre, al ser sustituidas por razas con mayor producción cárnica, aún siendo más delicadas. 
Vaca y ternero con forma y color propio de berrenda en negro. Dehesa de Guadarrama.
A veces puede confundirse una berrenda en negro con las típicas vacas lecheras holandesas de raza frisona. Son buenas pistas para diferenciarlas la irregularidad del borde de las manchas y las manchas de pequeño tamaño típicas de las berrendas, frente a los cuernos más pequeños y, desde luego, el gran desarrollo de las ubres en las frisonas.
Vaca frisona lamiendo a su ternero recién nacido en pleno campo. No es una imagen habitual porque estas vacas son más delicadas y suelen mantenerse estabuladas, especialmente cuando se acercan momentos como el parto. Además, cada día deben ser ordeñadas, con el consiguiente trasiego.
Otras joyas de nuestro panorama de razas autóctonas son los caballos de las retuertas, de los que recientemente se ha descubierto que es la raza más antigua de Europa y las vacas marismeñas de Doñana. Gracias a su sistema explotación estas vacas y caballos se han mantenido semisalvajes y forman parte del ecosistema del Parque, como tantas especies silvestres que allí habitan. Es una suerte que su primer director, José Antonio Valverde, tuviese a bien mantenerlos para así integrar la cultura y la economía con la conservación, que es la mejor manera de que perduren las condiciones que han dado valor a los ecosistemas ibéricos.
Vaca marismeña en el Parque Nacional de Doñana.
Las vacas marismeñas me traen el recuerdo de una anécdota que he oído aplicar a esta y a otras razas ganaderas manchadas ibéricas: El ganado que se mantiene en plena libertad en territorios amplios con poco control por parte de los ganaderos excepto para la extracción de algún ejemplar, marcar los terneros, algún cuidado y poco más, era importante que se pudiese distinguir el perteneciente a uno u otro propietario. Para eso, las manchas, las pintas, características de cada animal servían como si fuesen las huellas dactilares para diferenciarlos. Según dicen, ese es el origen de la expresión "conocerle por las pintas" o "qué pintas traes" aplicado a las personas cuando se les reconoce desde lejos por el aspecto.
Evidentemente, en el caso de las berrendas las pintas valen no solo para eso, sino para diferenciarlas del otro ganado al que estaban ayudando a manejar, que generalmente es de color más uniforme. Antaño había más mastines españoles de capa manchada para diferenciarlos de las ovejas, igual que los actuales mastines del Pirineo, pero precisamente cuando se fijó el estándar de esa segunda raza, se procuró eliminar de la cría (oficial) a los mastines españoles pintos, con un criterio más  estético que funcional, bastante absurdo.
Semental de asturiana de la montaña o casina, mostrado en la feria de ganado de Cercedilla este año.
También en la Sierra de Guadarrama  se pueden observar razas autóctonas de regiones más lejanas, como las casinas o asturianas de la montaña, que pude ver en la feria de ganado de Cercedilla. Igual que la asturiana de los valles, se crían para su aprovechamiento cárnico y se utilizan los sementales para cubrir vacas de las razas que hemos visto más arriba.
Vaca de asturiana de la montaña o casina, mostrada en la feria de ganado de Cercedilla este año.
Como dije al principio sería muy largo hablar de todas las razas por mucho que me gustaría. Sobre todo porque algunas son un verdadero icono representativo de la región de procedencia. Me gustan especialmente las razas gallegas como la rubia y la chacena, de las que lamentablemente no tengo fotos. También es una preciosidad la tudanca, tan representativa de los prados cántabros.

Tudanca pastando en Picos de Europa.
Terminando con las vacas solo por un momento me voy a detener en las cabras para mostrar una raza muy olvidada: la del Guadarrama, característica con su largo pelo especialmente concentrado en la parte posterior del cuerpo. Recuerdo, de niño, haber visto estas cabras en la Casa de Campo de Madrid, cuando mis padres me llevaban a pasar la tarde los fines de semana y en muchas excursiones veraniegas. Ahora me dan una alegría las raras veces que me topo con uno de sus rebaños en mis paseos campestres.

Cabra del Guadarrama, en Santa María de la Alameda.
No puedo olvidarme tampoco de los maltratados asnos y sus diferentes razas, la mayoría en peligro.
Asno maniatado, de raza andaluza en las cercanías de Grazalema.
Igualmente hay caballos españoles únicos y sus genes se encuentran en razas de todo el mundo. La conservación de las variedades autóctonas es una obligación que debemos a nuestros descendientes. Tengo especial debilidad por las especies pequeñas y rústicas del norte peninsular, sobre todo las que viven en estado semisalvaje como los asturcones. El pasado verano tuve el gusto de ver una raza que era desconocida para mi, la monchina de Cantabria, que también está catalogada como en peligro de extinción.
Caballos monchinos en los Picos de Europa.
Ovejas, cerdos y gallinas son otro patrimonio genético a tener en cuenta para su conservación.
Pero no solo son importantes las razas y su diversidad genética, sino las formas de explotación respetuosas con el medio ambiente e integradas en los ecosistemas tradicionales. En la Península Ibérica tenemos un inigualable patrimonio natural en los prados de montaña, dehesas y, sobre todo, en las vías pecuarias, que atraviesan nuestro territorio como autopistas naturales para la fauna y la flora, hoy lamentablemente interrumpidos por tan gran número de carreteras y vías férreas, cuando no invadidos por las más variadas infraestructuras y ocupaciones ilegales, que son casi imposibles de seguir. 

Si hay un proyecto que se eche de menos a nivel nacional es la supresión de las barreras para la dispersión de la fauna y la recuperación de las vías trashumantes con pasos subterráneos o elevados anchos y cubiertos por vegetación. 
Termino, como no, hablando de la persona que más me abrió los ojos a este mundo rural tan interrelacionado con la conservación, Suso Garzón, y su defensa de las cañadas y la trashumancia, que cada año se reivindica a su paso por Madrid, gracias a su iniciativa y tesón. 
Y gracias a los ganaderos y pastores que han contribuido con su trabajo a que estas razas y estos campos hayan llegado hasta nuestros días a pesar de las dificultades.
Fiesta de la Trashumancia en Madrid, momento del paso por la calle Alcalá, por donde pasa una cañada real.

Enlaces externos:



El caballo losino, un ejemplo de esfuerzo personal y privado para la conservación de una raza autóctona en peligro. Y dentro de estas páginas no te puedes perder el capítulodedicado a la encebra.

Otras entradas sobre los temas aquí tratados:





2013. El año de la hierba viborera

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La pasada primavera hasta personas no especialmente interesados en la naturaleza se dieron cuenta de que los montes y prados se tiñeron de morado durante unos cuantos días. Todos los años ocurre en mayor o menor medida y después es fácil que el color sea sustituido por el amarillo y blanco de otras especies, pero este 2013 fue realmente llamativa la coloración morada.

Se trata de hierba viborera, Echhium plantagineum, cuya característica son las hojas basales en forma de roseta. También forma tapices E. vulgare que tiene las espigas más largas, las flores más pequeñas y alcanza mayor altura. Son boragináceas a las que también se les ha dado el nombre de flor morada (o azul), lengua de vaca, chupamieles y, el que más me gusta: paquetequieromañosa.

Lo de viborera es porque su fruto tiene una forma parecida a la cabeza de ese reptil y también, quizás, porque cuando están brotando los capullos florales tienen una forma enroscada con un cierto parecido a una serpiente (esto es más propio de E. vulgare). De ella la antigua medicina natural decía que valía para tratar las picaduras de las víboras, pero no es algo que ahora se mantenga, aunque parece ser que sí tiene ciertos usos medicinales.

Estas flores son muy productoras de néctar, no tanto de polen, y quizás de ahí venga el nombre de chupamieles, ya que las abejas acuden a ellas con verdadera pasión. No es de extrañar, ya que son de las primeras que cubren en gran cantidad los campos y ofrecen un buen banquete a las abejas después de los fríos.

Añadir leyenda
Lo de "paquetequieromañosa" se aplica porque no tienen gran utilidad, aunque a mi me parece que solo por la producción de miel de las abejas ya se merecen un poco más de respeto.


Sabiendo que era deseada por las abejas y suponiendo que también por otros insectos libadores de néctar, me propuse hacer una sesión fotográfica. Pero no, prácticamente todos los insectos que acudían a ellas fueron abejas de la miel. Debo recordar que esta primavera del 2013 no solo fue el año de la viborera, sino también de la escasez de insectos, que tras fríos y lluvias, después de una agradable primavera temprana, casi desaparecieron del campo y no empezaron a hacerse numerosos hasta bien entrado el verano.

Me conformé pues con fotografiar a las abejas con sus idas y venidas, entrando y saliendo de las moradas flores.


A medida que maduran y envejecen las flores de la viborera van cambiando de color, siendo más rojizas cuando aún no se han abierto y más azules cuando marchitan. El color azul, curiosamente, es el que mejor ven las abejas por su componente ultravioleta.

Pero si dicen que en las familias hay una oveja negra, entre las viboreras, de vez en cuando, también se encuentran las que dan la nota, la nota blanca.

Hay otras especie del mismo género que tienen las flores blancas, pero no es este el caso. Esto es una especie de albinismo floral que si fuese una especie de interés en jardinería, seguro que se habría seleccionado para su cultivo.

Además de las viboreras hay otras flores moradas que tiñen las laderas montanas, entre ellas los cantuesos, Lavandula stoechas, que cubren más las zonas rocosas que los prados. Entre unas y otras consiguen vestir las faldas de la Sierra baja madrileña y, además, nos ofrecen el espectáculo de cómo la floración se va extendiendo laderas arriba y de sur a norte a medida que avanza la estación cálida. 

Ante esos campos llenos de flores no puedo evitar recordar algo, sobre lo que ya hice una entrada, para tranquilidad de los alérgicos. Estas flores que se fecundan por el polen transportado por los insectos no producen alergia, porque pesa mucho y no llega hasta nuestro aparato respiratorio. La mala noticia es que a la vez florecen otras plantas, las gramíneas, de flores insignificantes pero que sí usan el viento para transportar su polen, que es mucho más pequeño y sí entra en nuestra nariz, garganta y ojos. 

Y, aunque me pese, también el viento transporta el polen de algunos árboles, como las encinas que bordean los prados de viborera.

Aves invitadas a comer en el jardín

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Gorriones y tórtolas compartiendo comida mientras nieva en el jardín.
El invierno es duro para las aves.  A pesar del magnífico aislante térmico que suponen las plumas, estos animales tienen un metabolismo muy activo y necesitan consumir mucho alimento en relación a su tamaño. Por eso, particularmente los que nos hemos ido a vivir al campo y, en cierto modo, hemos invadido con nuestras casas y jardines sus hábitats, casi tenemos la obligación de facilitarles la vida en la medida de lo posible.
Tórtola turca comiendo Sedum, no en vano llamado panpajarito. El sedum crecía espontáneamente en una roca del jardín, pero con el tiempo lo he ido poniendo en otros lugares.
La primera medida es, sin duda, diseñar un jardín "amigable" para las aves y para el resto de la fauna, con lugares donde esconderse, anidar, buscar refugio y alimentarse. Para ello nada mejor que usar árboles y arbustos autóctonos y propios de la zona donde tengamos la casa. Por ejemplo, en mi jardín, como ya he mostrado otras veces, tengo varias especies que en otoño e invierno producen bayas que pueden alimentar a los pájaros, como madroño, durillo, serbal de los cazadores, hiedras, acebos y escaramujos y también algunos frutos de verano. Además, como puse en una reciente entrada, un olivo que a pesar del frío se ha adaptado bastante bien, ofrece las aceitunas a la mayor variedad de aves que he visto juntas en mi jardín. 
Bayas de acebo, un inmejorable alimento para las aves en invierno. Sin embargo, he notado que les cuesta trabajo entrar a ellos si no están totalmente maduros, quizás por lo espinoso de sus hojas. Sin embargo, en cuanto maduran desaparecen rápidamente.
Todo ese conjunto de árboles, arbustos y otras plantas no solo ofrecen alimento directo, sino que proporcionan escondrijos y un entorno familiar y seguro para las aves. Así, algunos pájaros tienen especial predilección por las plantas aromáticas para hacer su nido. Se ha demostrado que las planrtas aromáticas tienen efectos antiparasitarios en el nido y a primera hora de la mañana se les puede ver arrancando y llevando ramitas de menta. 
Frutos de serbal de los cazadores en plena maduración. El serbal da unas flores con un olor maravilloso que atrae a los polinizadores en primavera y sus frutos otoñales son una delicia para los pájaros.
Pero los frutos no suelen durar mucho tiempo, sobre todo los del serbal y los acebos, desaparecen pronto y si queremos que ayudar a las aves y que sigan viniendo asiduamente, les tenemos que proporcionar otro tipo de alimentos y, especialmente en invierno, a ser posible más energéticos.
Hace unos días puse en Facebook unas fotos de aves en un comedero en El Ventorrillo y a raíz de ellas me han hecho varias preguntas, así que creo que la mejor manera de responder es con esta entrada.
Tórtola turca mirando con curiosidad una nueva cámara espía que coloqué en el comedero. Es curioso ver la rapidez con que algunas especies se adaptan a los cambios y nuevas ofertas alimenticias y cómo otras son muy desconfiadas. No es el caso de estas tórtolas, que están muy adaptadas a la presencia humana, de ahí su éxito en la dispersión de la especie.

En casa el comedero que podríamos llamar principal, es una bandeja hecha con maderas recicladas puesta a unos 160 cm de altura en un poste. En él pongo, casi a diario todos los restos de pan que quedan en la mesa y también alpiste y diversas semillas, así como otro tipo de restos de la cocina, como puede ser el arroz. En él comen numerosos gorriones, alguna que otra urraca, mirlos y un valiente petirrojo invernante. Este año se han añadido una pareja de tórtolas turcas que intentan dominarlo poniéndose en medio, pero poco pueden hacer ante el acoso de los gorriones.
Carbonero común defendiéndose del intento de robarle la comida ante un gorrión.

Otros comederos que siempre tengo disponibles son un par de ristras de cacahuetes con cáscara y sin sal, que cuelgo en un árbol y en la ventana de la cocina. A ella acuden los carboneros comunes que tienen sus más y sus menos con los gorriones gorrones que les arrebatan la comida como conté en otra entrada.
De cuando en cuando he puesto un coco cortado y colgado, que ha sido el mejor método para atraer a los carboneros garrapinos, que no se suelen ver mucho por aquí. Cuando se gasta la carne del coco se puede rellenar con algunas de las pastas para aves que recomiendan numerosas webs y libros, pero debo confesar que yo no soy cocinillas ni para eso y alguna que otra me ha salido bastante mal.

Carbonero garrapinos comiendo coco.

Tanto los cocos como los cacahuetes, son un buen sistema para proporcionar alimento a páridos sin interferencias de aves de gran tamaño, urracas, rabilargos y las propias tórtolas, ya que estas aves no son tan buenos acróbatas como los pequeños páridos. 

Gorriones en un comedero comercial con semillas para canarios.

Alguna vez he colgado un comedero de semillas de los que venden para las pajareras en las tiendas de animales, porque lo encontré en unas rebajas, pero no me gusta mucho porque los gorriones tiran muchas semillas al suelo y, además, en cada uno de los agujeros solo puede comer un ave y se organizan bastantes peleas entre ellos. Para eso sería más práctico hacer un comedero casero con una botella de plástico agujereada y atravesada por palos para hacer de posadero.
Carbonero común comiendo las semillas de un "palito de miel" que se suele dar a los pájaros de jaula.
De cuando en cuando, si me pillan a mano cuando voy a supermercado, compro y coloco los típicos palitos de semillas con miel que también venden en pajarerías. Les encanta a los páridos y a los gorriones, que toman posturas muy graciosas para alcanzarlas.
Urraca en el momento de pescar el pienso de los peces que flota en el estanque.

De todas maneras, haciendo ofertas alimenticias variadas, es muy curioso y divertido ver como se las apañan los distintos pájaros para conseguir la comida. Por ejemplo: las urracas eran capaces de "pescar" el pienso que yo ponía a las carpas koi del estanque , aún haciendo equilibrios. Por cierto era pienso para gato, que sale más barato que el de peces y tiene la misma composición, sobre todo el de salmón.

Urraca con el fruto de su pesca, un granulo de pienso.
Pero es más, aprendieron que en el agua el pienso se ablanda y se puede comer mejor y fueron capaces de robar el pienso que les ponía a los mastines, de gránulos muy grandes y duros, para dejarlo flotando en el estanque hasta que lo pudiesen comer. Así resolví el misterio de cómo llegaba el pienso de los perros al estanque, que estaba en el otro lado de la casa, donde los perros no podían pasar.

Ventana de la cocina de casa donde se ve la ristra de cacahuetes (hecha con un alambre de pincho moruno) y un gorrión mirando a ver si el carbonero se dejó alguna semilla al alcance de su pico. Los gorriones no son capaces de romper las cáscaras de los cacahuetes, por eso acosan a los carboneros.

Otro sistema posible para evitar que las aves grandes, especialmente los córvidos, dejen algo para los pájaros pequeños, es poner la comida en la misma ventana o terraza, porque, al menos en mi casa, no se atreven a acercarse tanto. Por eso y para hacer mejores fotos y observaciones, tengo una ristra de cacachuetes en la reja de la ventana.
Por cierto ya que hablo de rejas, he visto que son la mejor manera de evitar el choque de las aves con las ventanas, aunque en grandes ventanales es complicado y caro ponerlas.
También se me ocurre que para que pájaros grandes no alcancen la comida se podría poner la comida en una especie de jaula de barrotes lo suficientemente separados para que entren los pájaros pequeños, pero no tanto como para que quepan los grandes. En casa, si se ponen muy pesadas las tórtolas, a lo mejor termino haciéndolo.

Zorzal en el momento de beber en el estanque, donde hay mallas de plástico para que puedan posarse y no caer al agua.

En verano más importante que la comida es tener agua disponible. En casa no tengo problema porque hay dos estanques y varios recipientes con peces y plantas acuáticas, pero es importante tener precaución porque si las paredes son muy lisas los pájaros pueden caer y ahogarse, sobre todo en el periodo de los pollos volantones. Para ello, los recipientes donde no hay muchas plantas que les faciliten el acceso y la salida del agua, les pongo mallas de plástico bien sujetas a la orilla. Esto sería muy conveniente en las piscinas, una o varias de estas mallas en las esquinas pueden salvar la vida a pájaros, lagartijas e  incluso insectos. Y si están colocadas cerca de la entrada de superficie de los filtros (skimer) mejor será, pues también valdrán para retener hojas u otros restos que caen al agua y que es mejor que no entren al filtro.
Si no se tiene estanque habría que poner un recipiente con agua de poca profundidad para que puedan beber y bañarse, aunque hay que renovar el agua para que no se críen mosquitos y no se ponga el agua verde de algas.
En invierno, durante las heladas sin nieve, también es importante proporcionarles agua líquida y conviene romper el hielo de los estanques en algún rincón, donde pronto acuden a beber.
También es buena idea dejar alguna zona del jardín con arena, porque los pájaros la usarán para sus baños en seco.
Mirlo bebiendo en los agujeros hechos en el hielo del estanque.

Por supuesto, comederos, bebederos e incluso las cajas nido, se deben poner a salvo de depredadores, especialmente gatos, que rápidamente aprenden donde se reúnen los pájaros para acecharlos. Es mejor que coloquemos los comederos y bebederos en zonas despejadas y a cierta altura desde donde se vea venir a los felinos. Por cierto, es curioso como los pájaros distinguen a los perros de los gatos, mi perra teckel, que tiene más o menos el tamaño de un gato, se pasea entre ellos sin que se asusten, así es ella, tan cazadora como yo. En su momento, a los tranquilos mastines casi se les subían encima y ya lo he comentado, les quitaban el pienso en su misma cara.

Aves del embalse de Santillana (1ª parte)

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En el mes de octubre del año pasado, tras la gran sequía que arrastramos desde el verano, como ya mostré en la entrada sobre la almeja invasora, la cola del embalse tenía este aspecto:


Ahora, después de las abundantes lluvias invernales, desde aproximadamente el mismo lugar, el aspecto del embalse es este:


Con el nivel bajo era más fácil ver aves en el embalse y su entorno, entre otras cosas porque era más sencillo caminar por sus orillas. Ayer mismo apenas vimos alguna gaviota solitaria y unas pocas fochas nadando en medio del agua, pero difíciles de ver con las olas que provocaba el intenso viento.

Focha, Fulica atra.

No nos fue posible ver a los tarros canelos, ni tan siquiera a los abundantes ánades reales, ni a los menos abundantes patos cuchara que otras veces sí he podido ver, aunque siempre bastante alejados para mi equipo fotográfico.
Tarro canelo, Tadorna ferruginea.
Ánade real, Anas platyrhynchos. 
Anade friso Anas strepera


Incluso parece que han desaparecido las abundantes gaviotas, no sabemos si porque muchas de ellas ya han viajado al lejano Norte, donde regresan a criar, o porque el mal tiempo las hace refugiarse en otro lugar ya que sus posaderos habituales del invierno están ahora bajo el agua.


Gaviotas sombrías, Larus fuscusy gaviotas reidoras,
ahora llamadas Chroirocephalus ridibundus.

Las gaviotas que yo he visto son por orden de abundancia sombrías, reidoras y alguna patiamarilla.

Gaviotas reidoras, Chroirocephalus ridibundus, con coloración invernal 
Gaviota reidora, Chroirocephalus ridibundus,
dejándome claro lo que opina de mi y mis fotos.


Una de las especies que casi siempre encuentro en el embalse, y que más me gusta, es el pequeño zampullín cuellinegro. Es curioso pero a veces me da la sensación de que me acompaña en mi paseo por la orilla del embalse, siempre a la misma distancia, poniéndose delante, dejándose adelantar y volviendo a estar en paralelo a mi posición después de sumergirse durante unos minutos. 

Zampullín cuellinegro, Podiceps nigricollis, 
junto al ejemplar de gaviota de la foto anterior, antes de salir volando.


Eso me ha permitido, sin apenas esfuerzo, fotografiar la siguiente secuencia:
Zampullín cuellinegro, Podiceps nigricollis.



Un comportamiento muy parecido es el de sus hermanos mayores, los somormujos lavancos, que ya estarán dejando el plumaje invernal que tenían cuando los fotografié. Estoy deseando verlos en celo con sus espectaculares danzas.

Somormujo lavanco, Podiceps cristatus, en plumaje invernal.


La semana que viene unas cuantas fotos y especies más.

Comportamiento de las aves en el comedero

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De izquierda a derecha, herrerillo común, carbonero común y pico picapinos, compartiendo espacio en el comedero.
Observando a los pájaros que acuden a comer cacahuetes en El Ventorrillo, me atrevo a sacar algunas conclusiones sobre su comportamiento. No son resultados que pudiéramos llamar científicos, pues no he cuantificado y clasificado las pautas de comportamiento ni he seguido ningún método estadístico para compararlas, pero espero que mis lectores, la mayoría naturalistas como yo, den a mis comentarios su justo valor, que no pretende llegar a revistas de impacto ni excelencia investigadora. Además, estoy seguro de que estas cosas han sido ya estudiadas por ornitólogos y existe bibliografía que no he consultado. Estas observaciones son un mero divertimento y no tienen más pretensiones.

Carbonero común en posición de amenaza con las alas abiertas ante otro ejemplar que se acerca al comedero.
He utilizado dos tipos comederos iguales, cargados de cacahuetes y a escasos metros el uno del otro. Uno de ellos pegado al tronco de un árbol y el otro colgado de una de sus ramas. Todas las especies han visitado uno y otro en alguna ocasión, aunque con claras preferencias. Igualmente algunos comparten el espacio con otros ejemplares y especies, pero otros son intolerantes con la compañía. 

Dos ejemplares de carbonero común perfectamente distinguibles por el estado de su plumaje. El de la izquierda fácilmente reconocible, es un visitante habitual del comedero. La postura en horizontal, es característica de la especie.

Es diferente la manera de acudir y de colocarse en los comederos y hay variaciones según la especie, pero también según el individuo, como he comprobado cuando he sido capaz de diferenciarlos. Para reconocer a los ejemplares individualmente, que es una de las cosas más interesantes de las observaciones del comportamiento animal, me he fijado en algunas características físicas propias de animales concretos y, por supuesto, en que algunos ejemplares tienen anillas de colores, pues fueron anillados por científicos para sus proyectos de investigación.

Herrerillo común en postura vertical, mucho más frecuente en ésta que en otras especies de páridos.

A lo largo de las observaciones he podido ver que han acudido a los comederos al menos los siguientes ejemplares de cada especie:

- Hasta 8 ejemplares de carbonero común, vistos todos a la vez, ninguno es portador de anillas. 
- 4 de herrerillo común, vistos 3 a la vez sin anillas y uno con una anilla verde. 
- 3 de carbonero garrapinos, por separado, uno con anilla azul, otro con dos rojas y alguno sin ellas.
- 2 de herrerillo capuchino, vistos por separado, uno con anilla amarilla. 
- 2 de trepador azul vistos por separado, uno con anilla azul. 
- 3 Pico picapinos, dos hembras con diferente colorido de pecho y un macho.
- 3 arrendajos vistos los tres a la vez.
- Y un macho de pinzón común, que no come en el comedero pero sí los restos que caen al suelo.

Evidentemente son números mínimos, pues no puedo saber si los no anillados son siempre los mismos individuos, pero creo que no me desvío mucho en cuanto a abundancia de cada una de las especies observadas.

Herrerillo común colgado en la parte inferior del comedero en otra de sus clásicas posturas y carbonero común en la suya.

Aunque hay variaciones según la especie, en general, y como era de esperar, los primeros ejemplares que acuden al comedero vacío, no entran directamente, sino que se posan en alguna rama del entorno y tardan más en empezar a comer. Cuando ya hay pájaros comiendo, ejemplares de algunas especies entran directamente, pero otras nunca lo hacen así. Por ejemplo, los picapinos que he observado siempre se posan antes en el tronco del árbol, la mayor parte de las veces por la parte de detrás y dan la vuelta al tronco asomándose con bastante precaución. 

Herrerillo y carboneros compartiendo comedero. Los dos carboneros de la parte inferior son macho, a la izquierda, y hembra, a la derecha. Se diferencian por la anchura de la mancha negra que recorre el pecho y vientre.

Los carboneros comunes dominan por tamaño y por número a los demás páridos, pero son bastante tolerantes, aunque a medida que nos acercamos a la primavera hay algunos ejemplares algo más agresivos amenazan abriendo las alas al llegar al comedero, y tampoco dudan en empujar a otros ejemplares de su especie o de otra, aunque una vez puestos a comer se les suele olvidar el asunto. Quizás en primavera, con territorios y crías, sea otra cuestión, pero entonces no tendré los comederos puestos.

Herrerillo capuchino posado en el tronco del árbol, controlando el entorno antes de entrar en el comedero.
Tanto los herrerillos capuchinos como los carboneros garrapinos, son los que menos veces acuden al comedero y siempre lo hacen en solitario. Los capuchinos prefieren comer en el suelo si hay algún cacahuete caído, o rebuscando los trocitos que siempre se les escapan a los demás. Las dos especies prefieren entrar en el comedero cuando está vacío y sus visitas son muy rápidas, quizás por no sentirse seguros sin ejemplares de su misma especie alrededor.

Herrerillo capuchino. Mismo ejemplar de la foto anterior ya concentrado en la comida.
Aunque todos los páridos son verdaderos acróbatas y se posan en casi cualquier postura imaginable para ponerse a comer, la frecuencia con que se colocan  en una u otra postura es diferente según la especie. Por ejemplo, los carboneros comunes suelen colocarse en posición horizontal, de lado, con una pata mucho más alta que la otra. Sin embargo, los herrerillos comunes, aunque a veces hacen lo mismo, con mucha frecuencia se ponen en posición vertical con las dos patas en paralelo casi a la misma altura. También es más frecuente que los herrerillos comunes y carboneros garrapinos se coloquen colgados en la parte inferior. Podría pensarse que es la manera de esquivar a los carboneros comunes que dominan en número y tamaño, y así es, pero también lo hacen cuando están en solitario. Además, en la parte de abajo del comedero quedan trozos pequeños de cacahuete y les resultan más fáciles de sacar.

Carbonero garrapinos. Se aprecia la anilla azul de su pata izquierda.

Los trepadores azules, como es típico en ellos, se colocan verticalmente y cabeza abajo. Si el comedero está vacío se acercan desplazándose por el tronco, pero si hay otros pájaros comiendo, su entrada es directa y atacando.

Trepador azul.

Los demás pájaros pequeños huyen ante la llegada del trepador azul con su actitud agresiva, así que siempre termina comiendo él solo. Además a esta especie también le gusta comer en el suelo si hay alimento disponible.

Mientras algunas aves están entretenidas comiendo, lo más normal es que en las ramas de alrededor haya unas cuantas esperando para entrar o vigilando. Cuando alguien se acerca al comedero, aunque aún no haya doblado la esquina de la casa y esté fuera de su vista, los pájaros se asustan, porque se escuchan los pitidos de alarma que son fácilmente interpretados por los bandos mixtos de páridos y trepador.

Trepador azul en el momento de entrar en el comedero, atacando a un carbonero común que se encontraba en él. También se distingue su anilla azul.

Los picapinos, además de su curiosa y desconfiada manera de acercarse al comedero, que comento más arriba, tienen otra curiosa peculiaridad: cuando recogen un trozo de cacahuete mínimamente grande parece que no son capaces de tragarlo, se lo llevan a un lado, lo encajan en una grieta de la corteza y allí se supone que lo parten y lo tragan. En el vídeo, más adelante, se puede ver ese detalle y con atención también cómo se valen de la lengua para sacar los fragmentos.

Pico picapinos distinguible por la coloración particularmente rojiza de su pecho y garganta.

En el vídeo se diferencian dos de los ejemplares de pico picapinos que acuden habitualmente al comedero, las dos hembras. Al macho no le he podido grabar. Los dos ejemplares tienen actitudes bien diferentes, la de pecho más blanco se muestra confiada y es muy hábil sujetando el comedero con una pata mientras con la otra se agarra al tronco. En cambio, la de color más rojizo, que es la de la foto anterior, es muy torpe y miedosa, no es capaz de sujetar el comedero y a base de picotazos saca poca comida. Además está siempre pendiente, me temo que no solo de posibles depredadores sino de la otra hembra, que debe debe ser más dominante. Nunca he visto dos picapinos comiendo a la vez, pero si junto a otras especies. Los picapinos prefieren el comedero pegado al tronco, pero también los he visto en el colgante en alguna ocasión.

Arrendajo que se dedica a observar al humano fotógrafo.

Por último hay unos llamativos visitantes que son muy torpes en los comederos, pero no desperdician ninguna oportunidad de acudir a la comida que pueda haber en el suelo: los arrendajos. Bajan tres ejemplares, dos de ellos siempre a la gresca, aunque en los árboles he visto alguno más. Ante su presencia todos los demás huyen. Con ellos tengo la sensación de que me observan a mi tanto como yo a ellos.

Arrendajo cansado de no sacar comida y de aguantar al fotógrafo.

En los siguientes vídeos se pueden ver algunas de las cosas que comento. En primer lugar los páridos y el trepador azul.




A continuación los picapinos.



Los más pajareros, que hayan llegado hasta aquí en su lectura, seguro que están sobradamente informados de la actual nomenclatura de los páridos, pero debo confesar que a mi aún me cuesta acostumbrarme. Por eso y por los despistados, añado los nombres científicos de todas las especies tratadas:

Familia Picidae:
- Pico picapinos, Dendrocopos major.

Familia Paridae:
- Carbonero común, Parus major.
- Carbonero garrapinos, Periparus ater.
- Herrerillo común, Cyanistes caeruleus.
- Herrerillo capuchino, Lophophanes cristatus.

Familia Sittidae:
- Trepador azul, Sitta europaea.

Familia Corvidae:
- Arrendajo, Garrulus glandarius.

Familia Fringillidae:
- Pinzón común, Fringilla coelebs.

¡NO ME TOQUES LOS HERPETOS!

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Este es un tema que lleva tiempo preocupándome, especialmente en estos tiempos en que miles de personas se lanzan al campo a observar animales y hacer fotos. Todos tenemos asumido desde hace mucho tiempo que no hay que fotografiar aves en sus nidos, de la misma manera que no se deben coger con las manos los pájaros y solo los que poseen un reconocido carnet de anillador para el que se exigen determinados conocimientos, pueden manipularlos para tomar los datos científicos necesarios. Sin embrago ¿Por qué si a los anfibios y los reptiles?

Rana común, Pelophylax perezi, cantando en pleno día. Fotografía realizada con teleobjetivo.

La respuesta es sencilla, porque son fáciles de capturar y manejar, aparentemente sin causarles daño. Pero no es así. Por supuesto, la captura y manipulación les produce estrés, puede afectar a sus defensas e incluso a su supervivencia.
Sapo corredor, Bufo (Epidalea) calamita, bajo una piedra. Los sapos mantienen la humedad en los terrenos secos enterrándose, Si les provocamos la expulsión de orina estamos contribuyendo a su deshidratación. Tampoco es buena idea mover demasiadas piedras en una misma zona.

Comenzando por los anfibios, su piel es muy permeable y, aunque tienen sus medios de defensa químicos, podemos decir que es delicada. Ellos viven en un medio húmedo cargado de bacterias, protozoos, hongos y otros parásitos. Una buena muestra de ello es el hongo que les afecta en casi cualquier lugar del mundo por el cual los herpetólogos que manejan a estos animales se ven obligados a desinfectar sus equipos e incluso a tener equipos diferentes para cada lugar de trabajo. ¿Podemos entonces los naturalistas de a pie ir por ahí manipulándolos? Evidentemente podemos, pero no debemos.
Sapo corredor, Bufo (Epidalea) calamitamacho en una charca cantando y esperando la llegada de las hembras. Ellos se colocan en la charca expulsando a los vecinos con intentos de amplexus. Capturarlos sin justificación altera su comportamiento. Por cierto, por la noche es mejor observarlos con luz roja en la linterna para que no se asusten tanto.
Una típica respuesta de un anfibio a la manipulación es soltar un chorro de orina con mucha agua. Agua, un elemento muy necesario para un anfibio al que renuncia como medio de defensa, pero que en un entorno seco, como en el que se encuentran algunas especies de sapos, les puede resultar imprescindible.
De la misma manera los productos químicos con los que nos impregnan les resultan necesarios para defenderse de las infecciones y de los posibles depredadores, es una pena que se malgaste en nuestras manos y una incongruencia que los que más amamos a estos seres les causemos un perjuicio.

Bufo spinosus, nuevo nombre para los sapos comunes de la Península ibérica y la mitad su de Francia. B. bufo queda más al norte y al oeste.

Con los reptiles ocurre algo muy parecido, ellos también se defienden soltando orina y excrementos, que muchas veces, si no los hubiésemos manipulado los habrían utilizado para marcar el territorio e incluso para informar a los demás ejemplares de la especie su estado de salud, celo, etc. ¿Les causaríamos ese perjuicio intencionadamente?

Salamanquesa común, Tarentola mauritanica, con la cola regenerada. Es muy común que las salamanquesas hayan perdido la cola por sus peleas territoriales, cortejos y defendiéndose de sus mayores depredadores: los gatos.

Pero el daño más fuerte que les podemos causar es la pérdida de la cola a los saurios. ¡Que levante la mano quien no lo haya provocado nunca! Regenerar la cola implica una gran perdida de energía y es fundamental en los cortejos y luchas por el territorio. Perder la cola es el  último recurso para defenderse de un depredador. Si la pierde en nuestras manos, ¿como se defenderá cuando sea atacado? 
Culebra viperina jóven, Natrix maura, en actitud defensiva, poniendo la cabeza triangular para imitar a las víboras. Estas serpientes sueltan un líquido pestilente junto con sus excrementos cuando las manipulamos, pero seguro que son más felices cuando tienen "el depósito lleno"

Se me podrá decir que la manipulación es necesaria para poder saber la especie. Rotundamente no. Con la fotografía actual eso no es cierto. Alguien que tiene conocimientos sobre las especies de una zona concreta es capaz de diferenciarlas sin manipularlas y si no tiene esos conocimientos no debe manipularlas tampoco. Lo siento, quizás hay algún lugar muy concreto donde sea necesario fijarse en determinados caracteres, pero entonces hay que dejárselo a los especialistas, no a los aficionados. Una buena fotografía puede solventar esos problemas y cuando se sabe lo que hay que mirar, se sabe lo que hay que fotografiar.

Para mostrarlo voy a poner un par de ejemplos muy clásicos, las lagartijas de género Podarcis y las culebras lisas, del género Coronella, ambas de la Sierra de Guadarrma, donde las dos pares de especies conviven y se discriminan por altitud e insolación, pero con un cierto solapamiento.

Podarcis hispanica (lagartija ibérica) y Podarcis muralis (lagartija roquera). 
Las lagartijas de este género son complicadas, hasta el extremo de que los herpetólogos que las diferencian bien en su zona de campeo habitual, no lo tienen tan claro cuando visitan otros parajes.
Aquí, en mi tierra, la Sierra de Guadarrama, se aprecia muy bien la línea vertebral oscura que suelen tener en su dorso P. muralis estando ausente en P. hispanica. Pero como los diseños, especialmente de las ibéricas, pueden ser muy variados, el carácter más diferenciador es la garganta de los machos, que las ibéricas tienen con puntos y las roqueras con manchas irregulares.

Cabeza de lagartija ibérica, Podarcis hispanica, asomándose entre las grietas del muro donde se había escondido. Apenas tardan unos minutos en mirar para ver si seguimos allí y, si nos movemos poco y les hacemos fotos desde cierta distancia, enseguida se acostumbran a nuestra presencia y salen del todo. Se ve perfectamente la garganta punteada.
Quizás haya que permanecer un buen rato y hasta tumbarse en el suelo esperando a que las lagartijas se asomen de su escondrijo, pero no es difícil pillar su parte inferior en la foto. Y además es divertido observar su comportamiento y la curiosidad con que nos miran. También es bastante seguro ver la zona lateral entre el ojo y el oído, que suele ser más negro en las roqueras.
Estas dos fotografías están hechas en el mismo día con pocos minutos de diferencia, hispanica a 1500 metros de altitud y muralis a 1520 m.
Cabeza de lagartija roquera, Podarcis muralis, también asomada en la grieta de las rocas, casi tan curiosa conmigo como yo con ella. Igualmente se aprecia la distintiva garganta con manchas en retículo. El rojizo puede presentarse en las dos especies y es distintivo del celo, pero aquí, quizás, es más común y permanente en la roquera.

Coronella austriaca (culebra lisa europea) y Coronella girondica (culebra lisa meridional)
Estas dos especies se diferencian perfectamente si  podemos ver el diseño de las escamas ventrales, que son grisáceas y uniformes en C. austriaca y con manchas bien definidas en C. girondica, pero todos sabemos que es muy complicado ver el vientre de una serpiente sin cogerla con la mano. Sin embargo, hay otros caracteres en los que nos podemos fijar, fundamentalmente en las escamas supralabiales, que en las europeas coinciden bajo el ojo la tercera y la cuarta escama mientras que en las meridionales coinciden la cuarta y la quinta. 

Culebra lisa europea, Coronella austriaca.
Las siguientes fotos las tenía desde hace tiempo en el ordenador y al hacerlas no tenía intención de mostrar esas escamas, pero se ven. 
Detalle de la cabeza de Culebra lisa europea, Coronella austriaca, indicando las escamas supralabiales. También se aprecia la escama rostral, en el morro, picuda hacia atrás.
Igualmente se observa que en C. austriaca la escama rostral termina en pico hacia atrás entre las internasales, mientras que en C. girondica esa parte trasera de esa escama es plana.

Culebra lisa meridional, Coronella girondica.
Las serpientes tienen dos maneras de responder a nuestra presencia, una es huir y lo mejor que podemos hacer es dejarlas en paz y otra replegarse e incluso tomar alguna postura amenazante, especialmente las especies que tienen cierta semejanza en el diseño con las víboras. Entonces no es difícil verlas bien e incluso hacer las fotografías necesarias.
Detalle de la cabeza de Culebra lisa meridional, Coronella girondica. También se ve que la escama rostral no es picuda hacia atrás y por tanto no se mete entre las internasales como en la europea.

Por último no quiero dejar de dar un dato importante: La mayor parte de las personas mordidas por víbora en nuestro país son varones adolescentes. ¿Por qué? pues porque son los que haciéndose los "machitos" intentan manipularlas.
¿Donde quiero llegar con todo esto? Pues a rogar que no se manipulen los animales y muy especialmente que no se publiquen fotografías con animales en las manos. 
Creo que la mayor parte de los naturalistas aborrecemos el comportamiento de cierto personaje televisivo que agarra todo bicho viviente para mostrarlo a la cámara, incomodándolos y dando un mensaje contrario al que promovemos los defensores de la naturaleza. Entonces ¿por qué no evitar las fotos de herpetos en la mano? Tampoco creo que deban sujetarse para mostrarlo en visitas guiadas y actividades en la naturaleza con monitor. Precisamente esos son los momentos más importantes para dar el mensaje de respeto a los que por primera vez se acercan a estos indefensos animales.
Puede que hace años, cuando éramos cuatro gatos los locos por los anfibios y los reptiles, cuando apenas había información y éramos casi autodidactas (además de adoradores de la única guía existente, la de Alfredo Salvador), quizás entonces podíamos tener alguna justificación, pero ahora que "afortunadamente" somos miles los que nos gustan, es el momento cambiar nuestra actitud si queremos de verdad conservarlos y podamos decir que sí, que ese "afortunadamente" es cierto y real.
Lagartijo roquero, Podarcis muralis. Como no le manipulé, creo que quedamos como amigos y no tuvo inconveniente en posar para la sesión fotográfica, aunque no me quitaba la vista de encima.

Para las fotos, por cierto, recomiendo el equipo que yo uso, un objetivo macro de 100 mm que permite hacer las fotos del animal completo a más de un metro de distancia y los detalles como la cabeza de una lagartija llenando la pantalla desde más de 30 cm. Tampoco son tan malos los teles, que no solo valen para sacar pájaros, algunas de mis mejores fotos de mariposas están hechas con él.
Tomando fotos con un zoom de 200 mm

Las fotos deben ser un medio, no un fin y molestar a los animales no está justificado ni por la mejor foto del mundo.






Montañas, islas para animales y plantas.

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Picos de la Sierra de Guadarrama, islas en un mar de niebla.
Estoy seguro de que si Darwin en lugar de viajar por el mar, como lo hizo a bordo del Beagle, hubiese recorrido las cordilleras del mundo colectando animales, habría llegado a la misma conclusión sobre la evolución de las especies. Las montañas no dejan de ser islas separadas por llanuras entre las que el intercambio genético es muy escaso.
Y es que al observar las especies de alta montaña, sus semejanzas y sus diferencias, habría llegado al convencimiento de que muchas de ellas están emparentadas aún viviendo separadas por centenares de kilómetros y, cuanto más alejadas sean las montañas más diferentes serán las especies, aunque todas ellas estén adaptadas a las duras condiciones que impone la altitud y el clima.
Iberolacerta cyreni de la Sierra de Guadarrama
Desde luego, las islas Galápagos son el ejemplo perfecto de un laboratorio donde actúa la evolución, pero sabiendo observar también lo son las cumbres de las montañas.
No dudo que las iguanas son más fascinantes que las lagartijas serranas y las tortugas gigantes impresionantes comparadas con los escarabajos, pero las mariposas quizás no tengan nada que envidiar a los pinzones y, además, ir a verlos es mucho más económico, no sufriremos los mareos que padeció el bueno de Charles y haremos un ejercicio más sano.
Podarcis muralis en la Sierra de Guadarrama 
Respecto a las lagartijas, en los últimos años hemos visto como los taxónomos estudiosos de las lagartijas serranas ibéricas las han separado en siete especies diferentes a la vez que se retiraban del género Lacerta y se incluían en el género, Iberolacerta, que fuera de la península solo incluye otra especie más, relicta en los Alpes.
Pero no solo es interesante ver las diferencias entre las lagartijas serranas de diferentes macizos montañosos, sino observar su relación con las otras especies que habitan en las mismas montañas. Así, aunque la competencia entre especies sea muy controvertida para algunos ecólogos, el hecho es que donde Iberolacerta y Podarcis coinciden, son las Iberolacerta las que ocupan los pisos más altos, Podarcis muralis el piso intermedio y Podarcis hispanica la menor altitud. Pero en Sierra Nevada, donde no hay otras especies, es P. hispanica la que sube hasta muy por encima de los 3.000 metros, más arriba que cualquiera de las anteriores en el Sistema Central, cuyas montañas no son tan altas.
Podarcis hispanica en Sierra Nevada, por encima de los 2.500 metros de altitud
También son sumamente interesantes un grupo de escarabajos, con un nombre parecido a las lagartijas serranas: Iberodorcadion. Son cerambícidos de tamaño medio que se alimentan de raíces de plantas, muy concretas para cada especie. Las especies de montaña, que se alimentan de los piornos, tienen pequeñas variaciones según su origen y han dado lugar a un gran número de especies y subespecies de distribución muy restringida e interesante de seguir por las cuerdas serranas.  
Iberodorcadion perezi endemismo del Sistema Central
Iberodorcadion lorquinii endémico de Sierra Nevada
Igualmente, la mariposa ibérica montana por excelencia, Parnassius apollo, presenta diferencias en cada macizo montañoso y en base a ellos se han descrito muchas y discutidas subespecies. Las del norte peninsular tienen las manchas rojizas, pero las de Sierra Nevada son amarillas.
Parnassius apollo de la Sierra de Guadarrma, con manchas menos rojas que en Pirineos.
Parnassius apollo nevadensis, endémica de Sierra Nevada
Las cabras monteses son un ejemplo muy emblemático, en la Península Ibérica, de las cuatro subespecies descritas solo dos han sobrevivido, Capra pyrenaica victoriae en el centro de la Península y C. p. hispanica en las sierras mediterráneas y Sierra Nevada. 
Capra pyrenaica victoriae en la Sierra de Guadarrama.
Capra pyrenaica hispanica en Sierra Nevada, en pleno verano, cambiando el pelo y provista de un collar con numerado. 
Se diferencian por la distribución de las manchas oscuras en los machos y en el grosor y sección de los cuernos. Además, su pariente más próximo, el íbice de los Alpes, Capra ibex, es más robusto, tiene los cuernos con los abultamientos muy marcados y en una sola curva espiral, a diferencia de las cabras monteses ibéricas, que los tienen más lisos y con dos curvaturas tomando la forma de una lira en los ejemplares más grandes. Una vez más nos damos cuenta de que en montañas próximas las poblaciones tienen un mayor grado de parentesco, son subespecies, mientras que en las más lejanas pueden considerarse especies diferentes. Eso, ahora y a nosotros, nos parece muy obvio, pero en tiempos de Darwin solo pensarlo era un pecado al contradecir a la biblia y aún hoy día, en alguna universidad americana lo atribuirían a un capricho divino y no a un efecto de la evolución.

La lista de plantas y animales, sobre todo insectos, sería larga y posiblemente muy interrelacionada, pero para no ser tan exhaustivo como el propio Darwin, voy a dejarlo aquí. Seguro que más adelante encuentro otros motivos para mostrar más interesantes endemismos montanos de los que he podido observar este verano. 



Inquietantes mantis y sus presas

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Si hay unos insectos que a todos nos fascinan, esos son sin duda las mantis. Voy a llamarlas así de manera general, pero este taxón agrupa en realidad a todo un suborden llamado Mantodea dentro del orden Dictyoptera que, por cierto, también incluye a las cucarachas (Blattodea).
Los Mantodea cuentan en la Península ibérica con cuatro familias distintas. 

La primera de ellas, la familia Amorphoscelidae, son unos animales raros, un poco diferentes al resto de sus parientes, sólo hay una especie ibérica,Perlamantis allilbertii, que nunca he visto o nunca he sido consciente de haberla visto, y digo esto porque cuando miro las fotos de ellas en Biodiversidad Virtual, pienso que lo mismo la he confundido con un plecóptero. De hecho, su nombre genérico, Perlamantis, quizás proceda de su parecido con los representantes del género Perla y similares. La cuestión es que no tengo ninguna foto que ofreceros y os sugiero pinchar en este enlace para conocerla.

De la segunda familia, Empusidae, igualmente sólo tenemos una especie en la Península Ibérica, Empusa pennata. Pocas veces la he visto, a pesar de que es abundante y tiene una amplia distribución, pero es que su capacidad de camuflaje es impresionante. Se la ha llamado mantis palo porque, como esos otros insectos, es muy alargada y hasta tiene unas expansiones en el cuerpo y las patas que ayudan a que se confundan con los tallos y hojas de las plantas donde vive y acecha a sus presas.


Las fases juveniles de esta especie suelen tener el abdomen curvado hacia arriba en la parte final, un carácter muy común en las mantis de pequeño tamaño, pero los adultos son rectos. Las hembras son mucho más grandes que los machos y éstos tienen unas grandes antenas de aspecto plumoso.

El gran ejemplar de esta segunda fotografía, lo encontré por casualidad cerca de casa al fijarme en la extraña postura de la abeja que tiene entre sus patas. Tenía la sensación de que veía algo mal, hasta que mis ojos lograron enfocar al insecto que había detrás de la abeja que se debatía entre sus tenazas. Su cuerpo se confundía perfectamente entre las hojas del cardo corredor y solo el color de su presa la había delatado.

La tercera familia es Mantidae, la más numerosa y conocida. 
En mi jardín suelo encontrar, casi cada año algún ejemplar de Ameles spallanzania, un animalito rechoncho y con una mirada tan sagaz o más que la de las grandes mantis.

El ejemplar de estas primeras fotos lo encontré en la terraza de casa y la mosca que tiene entre sus patas me la arrebató literalmente de las pinzas con la que se la acerqué. Luego, la ingesta fue tan rápida que apenas me dio tiempo a hacerle fotos. Me llama mucho la atención con que cuidado mastican y tragan hasta el último segmento de las patas, por muy duros que parezcan.
En un mismo grupo de plantas y en diferentes momentos, las he encontrado de color pardo claro y de intenso verde, que no siempre se correspondía con el color de su entorno, aunque se supone que su color depende de las plantas donde habita cuando hace la muda.
A finales de verano es cuando mejor se encuentran, porque las hembras tienen el abdomen muy engrosado, se mueven más torpemente y llaman mucho la atención.
También a finales de verano e inicio del otoño encuentro ejemplares adultos y, sobre todo, hembras de la especie que da nombre a todo el grupo: Mantis religiosa. Las veo en mi jardín, pero también en medio de la calle y en sitios muy poco recomendables para su supervivencia. Están buscando el lugar donde hacer la puesta y me da la impresión de que para ello, aprovechando que la fase adulta es en la que tienen las alas completamente desarrolladas, debe ser el momento de dispersión y colonización de la especie.
Como Ameles, se encuentran de color pajizo o verdes y, como todo el grupo, combinan su coloración con los movimientos espasmódicos que la ocultan en su entorno cuando están entre la vegetación. Son movimientos muy parecidos a los que hacen los camaleones al acercarse a una presa, lo que me hace suponer que se trata de una evolución convergente debida a que la visión de los insectos que son sus presas, debe confundir esos movimientos con los que el viento provoca en las plantas. En cambio, sobre paredes y asfalto destacan sobremanera y por eso en la fase de dispersión es cuando más se encuentran y posiblemente cuando más mueren.
En las siguientes fotos muestro un ejemplar que cazó ante mis asombrados ojos (y cámara fotográfica), dos abejas a la vez, cuando yo ni siquiera me había percatado de que se habían posado en la flor de menta. Luego, viendo las fotos con detalle, me di cuenta de que las abejas eran macho y hembra (el macho es el de las antenas largas, lo tiene en su pata derecha). Posiblemente venían copulando o estaban comenzando a hacerlo en ese mismo momento. Tampoco tardó mucho en comerlas, primero una, de principio a fin, y luego la otra con total parsimonia.
Para colmo, no tardó mucho en cazar y comerse otra abeja. Se ve que el embarazo le produce mucha hambre.
Como decía más arriba, lo que buscan tras este periodo de dispersión es encontrar un lugar para hacer la puesta, que en el caso de Mantis religiosa suele ser en la grieta de una piedra, bajo ellas o en una corteza, en un lugar resguardado del frío y el agua. Para mayor protección de los huevos, a la vez que los pone la hembra expulsa una espuma que al poco tiempo se endurece teniendo el aspecto de uno de esos modernos materiales aislantes que se usan en la construcción y que salen líquidos del bote para luego endurecerse en contacto con el aire. La naturaleza ha inventado muchas cosas antes que nosotros. Estos estuches de huevos se llaman científicamente ootecas. En la siguiente primavera, si no hay ningún contratiempo, nacerán unas cuantas decenas de minúsculas mantis de color pajizo, que se perderán entre la hierba y cazarán evitando ser cazadas hasta que alcancen el tamaño de sus padres.
Hay una cuarta familia llamada Tarachodidae, cuya única especie ibérica es Iris oratoria, que es muy parecida a las Mantis, pero de menor tamaño y con un precioso diseño en las alas posteriores, las membranosas que suelen llevar ocultas, pero que esta especie abre cuando se siente en peligro. Así toma un aspecto amenazante que se supone asusta a sus enemigos, como pájaros insectívoros y pequeños reptiles. No contenta con abrir las alas de golpe, también frota el extremo de su abdomen con ellas para hacer un ruido parecido al que se hace al arrugar un plástico. Tampoco tengo ninguna foto de esta especie, aunque la he visto muchas veces no he tenido la suerte de llevar la cámara encima. Os recomiendo verla en esta preciosa fotode Francisco Rodríguez en Biodiversidad Virtual.

Creo que hay una razón por la que las mantis nos llamen más la atención que otros insectos, el hecho de tener la cabeza bien diferenciada del cuerpo y, además, que sus patas anteriores sean capaces de manipular a sus presas para llevárselas a la boca. Esas características y que el tórax sea estrecho, como si fuese un cuello, les dan un aspecto ligeramente humanoide, propio de los alienígenas que nos pintan en las novelas de ciencia ficción.

Estos días de sol otoñal son ideales para ver mantis, pero no hay que molestarlas, están a punto de cumplir con su función en la vida, asegurar la siguiente generación.

6 años y 200 entradas de blog

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A principios de diciembre de 2008 me inicié en esto de tener un blog con la idea de ir dando salida a las observaciones que hacía tanto en mis salidas campestres como en mi propio jardín. Siempre he sido de la opinión de que un cuaderno de campo es inútil si no se dan a conocer los datos de alguna u otra manera. La primera entrada fue esta: Días de pájaros hambrientos. y no tuvo muchas visitas porque solo los muy amigos se enteraron de que extistía, pero curiosamente me han hecho comentarios en ella hace apenas unos días (gracias Chelo).
Con el tiempo y las circunstancias algunas de las entradas se transformaron en artículos de divulgación científica, aunque siempre aprovechando observaciones propias mostradas con mis fotografías y algún que otro dibujo. Esta restricción me ha supuesto no poder escribir sobre algunos temas de los que no tenía imágenes, pero considero que el objetivo de mi blog no es sólo escribir artículos, sino aprovechar experiencias personales que animen a mis posibles lectores hacerlo por sí mismos y de ellas extraer algún que otro conocimiento. También algunas bonitas fotos se quedaron en el disco duro sin ser mostradas por no tener nada interesante que contar de ellas... pero todo se andará. Artículos y libros con mucha información hay por todas partes, pero más aún hay naturaleza esperando a ser observada y, en la medida de lo posible interpretada. Y eso, para que sea útil de verdad, debe ser una experiencia personal. Mi intención es ayudar a que cada cual tenga esa experiencia tan agradable que supone el ver algo y decir: ¡Ah! así es eso que yo leí y tal libro o artículo.... o en el blog de Jesús. 
Moscas de la lluvia tanteando para succionar sangre de un escarabajo mascaflor mesetario, Enlace.
El número y origen de mis visitantes solo están disponibles desde 2010 en las estadísticas de Blogger y abril de 2011 en Google analytics, y además son algo diferentes en una y otra fuente, pero puedo calcular que he tenido más de 350.000 visitas y más de 100.000 usuarios. Entre ellas y sólo desde 2011 ha habido 1.415 personas que han visitado el blog más de 200 veces y otros 733 más de 100 veces. ¡Muchas gracias a todos! También he tenido 2.209 comentarios, aunque muchos de ellos son míos en respuesta o agradecimiento a los recibidos.
Mapa de procedencia de las visitas al blog.
Por países, España es quien supera en visitantes a los demás, seguido de México, Argentina y Estados Unidos, aunque también varía según las estadísticas consultadas. Me hace especial ilusión tener visitantes asiduos en el otro extremo del mundo, por ejemplo Australia, aunque no los conozca. Han visitado el blog desde 113 países diferentes. La gran mayoría de los visitantes solo pasaron una vez por aquí, supongo que muchos de ellos buscando imágenes o información muy concreta que quizás no consiguieron, si a alguno conseguí captarlo, me alegro. Sé a ciencia cierta que otros se llevaron un buen chasco, por ejemplo los que llegaron a una de las entradas sobre aves africanas que califiqué de "hermosas". 59 de los que llegaron e ellas buscaban "africanas hermosas" y se encontraron con pajarracos.

Algo parecido debió ocurrir a los que buscaron "orgía en el campo" y llegaron a mi entrada sobre la reproducción de las chicharras de montaña. Siento la decepción y pido perdón por usar la palabra orgía... ¡guarretes!

La entrada con más éxito es rotundamente "¿Arizónicas? No gracias", con casi 14.000 visitas y aunque sé que muchos venían buscando viveros o consejos de poda y cuidados, sé también, por los comentarios, que ha valido para que algunos desistan de usarlas en sus jardines ibéricos. Con esa entrada también he tenido el dudoso honor de ser insultado, supongo que por un vendedor de arizónicas, cuyo comentario, evidentemente, no he publicado. Que conste, que yo no tengo nada en contra de plantar arizónicas... en Arizona.
A continuación la entrada más exitosa es, con gran alegría por mi parte, aquella en la que doy consejos sobre plantas para setos autóctonos, perennes y útiles para la avifauna del jardín.


Y después, casi todas las que dedico a los anfibios y reptiles. Supongo que es debido a que entre mis seguidores y amigos hay unos cuantos herpetólogos e incluso algunos propietarios de blogs y seguidores de foros herpetológicos que ayudan a difundir esas entradas.
Pareja en celo de lagartija colilarga, de la que traté en una de las entradas herpetológicas.
Tienen especial éxito las entradas dedicadas a fauna africana, tanto aves, ya comentadas, como jirafas, cebras y a los cinco grandes (leopardo, león, elefante, rinoceronte y búfalo).

También tuvo bastante repercusión la entrada que dediqué a las pelusas del chopo y a las alergias de primavera, para explicar que esas pelusas no son de polen sino de semillas y que las que producen alergia son las gramíneas que florecen en la misma época. Parte del éxito se debe a que todos los temas médicos tienen tirón y también a que César Javier Palacios me citó en una de las entradas de su blog en 20 minutos. Cómo no, hubo quien me dijo que realmente eran las pelusas las que le producían alergia... a ellos, puede ser.

Pero a mi me ha gustado especialmente hacer entradas sobre gorriones, porque esas observaciones las puede hacer cualquier persona, tanto habitante del campo como de ciudad. Sin embargo, el éxito ha sido bastante modesto, como ocurrió con la entrada que llamé gorrión de bellota, donde comentaba cómo había observado que los gorriones en Alpedrete esperaban a que pasasen los coches por una calle donde había bellotas caídas, para poder comerlas una vez atropelladas y abiertas. Ese sencillo comportamiento me pareció muy interesante como aprovechamiento de recursos de estos inteligentes pájaros.
Gorrión comiendo bellota previamente machacada por el paso de un coche.
Más interesante aún creo que son las que dediqué al cleptoparasitismo (robando comida) de gorriones sobre los carboneros comunes, incluyendo vídeos grabados en la ventana de casa.
Escaramuzas entre gorrión y carbonero en la ventana de la cocina.
Y para terminar esta entrada, citaré el caso se aquella que dediqué a los cocodrilos en el Parque Kruger en el año 2007, donde pude observar que varios de ellos cooperaban para poder pescar los peces arrinconándolos poco a poco contra la orilla. Los cocodrilos son más listos de lo que parecen, llamé a esa entrada y el año pasado, un investigador, Vladimir Dinets, de la Universidad de Tennessee, Knoxville, publicó un trabajo en el que precisamente comentaba el comportamiento cooperativo de los cocodrilos para cazar. Me puse en contacto con él y posteriormente, el departamento de comunicación de la universidad me pidió permiso para utilizar mis fotos en sus comunicados de prensa, pues el autor no tenía imágenes. La noticia en español puede leerse aquí:  Noticia sobre cocodrilos 

¿No hay nada en enero?

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El frío y las nieves de febrero nos han hecho olvidar muy rápidamente que hemos tenido un mes de enero casi primaveral. Con el título de esta entrada en Biodiversidad Virtual han retado a sus colaboradores a conseguir fotografiar, entre todos, al menos 2015 especies diferentes durante ese primer mes del año. Es una típica queja de los naturalistas que en pleno invierno hay poco que ver y hay que reconocer que en ciertas zonas es complicado ver insectos o flores. Sin embargo, este mes de enero se ha portado como para ayudarnos a lograr ese reto con tiempo cálido e incluso seco.
Issoria lathonia.

La zona donde vivo no es la más adecuada porque el clima es bastante extremo, así que no puedo presumir de haber contribuido mucho a conseguir el reto de BV, pues no he llegado a las 60 especies y la mayoría son repetidas con las que han visto otros compañeros. Si embargo sí he hecho el esfuerzo de fijarme más y darle uso a la cámara del teléfono que siempre llevo encima, aunque solo fuese en mis paseos mañaneros de fin de semana para ir a comprar el pan o rebuscando en el jardín, y hasta me he llevado alguna que otra sorpresa y desde luego, he aprendido algunas cosas.
Lycaena phlaeas.

Ver mariposas en enero no es lo más normal, sin embargo, en varios paseos he podido encontrarme con estas dos especies Issoria lathonia y Lycaena phlaeas. Me he dado cuenta que los ejemplares de I. lathonia son mucho más pequeños que los que he fotografiado en otras ocasiones, en primavera o en pleno verano. Volaban incluso a bastante altitud, las he visto a casi 1.400 metros en la madrileña Sierra de los Porrones, la continuación de la Pedriza hacia la Maliciosa. Pero más impresionante que ver mariposas ha sido encontrarme en ese mismo lugar con una jara pringosa, Cystus ladanifer, florecida, nada más y nada menos que el 8 de enero, muchos meses antes de lo que le corresponde.
Jara pringosa, Cystus ladanifer.
Y muy cerca de ella, también en plena montaña, una caléndula.
Calendula arvensis

Una de las flores en las que libaban las mariposas era el romero, que igualmente estaba florecido en la cañada que discurre entre Cerceda y Colmenar Viejo. Allí también estaban buscando su comida las abejas de la miel.
Romero, Rosmarinus officinalis.


He encontrado otras flores, pero me han extrañado menos porque sé que son más oportunistas, que aprovechan el momento para reproducirse y por ello las encontramos en las cunetas de las carreteras, en cualquier rincón con tierra de pueblos y ciudades y claro, en mi propio jardín. A este grupo pertenecen los dientes de león, los geranios silvestres y las malvas, entre otras.
Erodium cicutarium.

Malva sylvestris.

Diente de león, Taraxacum sp.

Veronica sp.
Y volando entre ellas, como no, alguna es esas moscas que tan bien saben imitar a las avispas.
Sírfido o mosca de las flores, Eupeodes sp.

Típico de los días soleados de invierno es encontrar pequeños reptiles que habitan en los roquedos. Las rocas y los muros de las casas se calientan mucho más que el aire y suelo circundante y eso les permite activar su metabolismo y espabilarse lo suficiente como para salir a cazar los insectos que se encuentran en sus mismas circunstancias. Así, en los muros de mi casa he podido ver a las lagartijas ibéricas, que ahora me tengo que acostumbrar a llamar Podarcis guadarramae (antes P. hispanica).

Y bajo las piedras del campo, un ejemplar activo de culebrilla ciega, Blanus cinereus.
... A la que acompañan lombrices, litobios, escarabajos, arañas, hormigas y otros invertebrados que en lugar de profundizar su enterramiento en el suelo para alejarse del frío, se acercan a la superficie bajo las soleadas piedras para calentarse.
Tenebriónido Scaurus puncatatus, que tiene la costumbre de agruparse en sus refugios bajo troncos y rocas.
Y también las buenas madres de las tijeretas, a las que encontré en sus nidos bajo piedras con sus puestas y con las ninfas ya bastante crecidas.
Hembra de tijereta, Forficula auricularia, en su nido con dos tamaños de ninfas, posiblemente fruto de dos puestas, a los que cuida.

Pero las que nunca fallan son las moscas, cuyos ciclos no tienen tanto que ver con periodos del año concretos sino con la disponibilidad de alimento. Por muy malas que sean las condiciones, siempre saben encontrar el rincón adecuado, dentro o fuera de nuestras casas.
Calliphora vicina, una de las especies necrófagas más utilizadas por los entomólogos forenses para determinar el tiempo de la muerte de un cadáver.  


También se me antoja que he visto muy temprano a las cigüeñas preparando sus nidos, pues estaban crotoreando ya las parejas y acarreando palos a su gran construcción en los pueblos de El Boalo y Cerceda.
Cigüeñas blancas, Ciconia ciconia, crotoreando en el nido mientras otro ejemplar las estaba sobrevolando. Al hacerlo muestran las manchas negras de la parte inferior de su pico. Tejados del pueblo de El Boalo, 8 de enero.

Otras plantas y animales cumplen sus ciclos con más normalidad, como por ejemplo los enebros que estaban dispersando su polen...
Enebro de la miera, Juniperus oxycedrus, en el momento de dispersar polen por una racha de viento.

 ... mientras que en las ramas de los ejemplares hembra los frutos del año anterior maduran ...
Frutos maduros de enebro de la miera, Juniperus oxycedrus.

... tanto el enebro de la miera como el común...
Enebro común, Juniperus communis.

... y ofrecen alimento invernal a aves y mamíferos, entre ellos al señor raposo, que deja así sus restos.
Mientras, en un rincón soleado, junto a una charca creada en una cantera abandonada, se abren los frutos del problemático estramonio, que hace unos años provocó unas cuantas intoxicaciones a los que jugaba a aprendices de bruja.
Cápsula de semillas de estramonio, Datura stramonium.

Las chinches, como otros insectos voladores, se esconden en grietas de los troncos de los árboles y maderas de construcciones, así como bajo tejas y entre ladrillos pero se dejan ver los días soleados. 
Rhaphigaster nebulosa.
Y así encontré a la chinche de los piñones, Leptoglossus occidentalis, en una doble ventana de El Ventorrillo, como el año pasado, cuando lo conté en el blog AQUÍ. Igual que esta otra especie que tiene la misma costumbre de acercarse al calor de las casas metiéndose en la zona de las persianas o en las grietas de los marcos de las puertas.
Rhyparochromus pini.

En cuanto a las aves, en el jardín llegan los carboneros, que en cuanto hace frío se acuerdan de que aquí hay comida, y un solitario petirrojo, menudos son ellos como para compartir espacio con sus congéneres, acompañando a los habituales gorriones, tórtolas y urracas.
Petirrojo, Erithacus rubecula, siempre alerta, sobre uno de los comederos del jardín.
Por último, como siempre, agradecer a los expertos de Biodiversidad Virtual su ayuda en la determinación de las especies de plantas e invertebrados a las que no llegaban mis conocimientos.

La colza del jardín y todo un mundo en su entorno.

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EL JARDÍN DE LOS DESTINOS CRUZADOS (3)

Ya en otras ocasiones he comentado los buenos momentos que me han reportado las "malas hierbas" que crecen en mi jardín y que, en determinados lugares, las dejo crecer libremente. Es cierto que posiblemente podría ver los mismos acontecimientos en el campo, pero resulta mucho más difícil coincidir con ellos en el momento preciso.
Esta vez se trata de observaciones en torno a una planta de colza, Brassica napi,que el año pasado apareció en el jardín y que este año ha vuelto a crecer.
Flor de colza, Brassica napi.
Me gusta esta planta, es bonita y sus flores atraen a las mariposas. El año pasado creció muchísimo y dio flores durante bastante tiempo, pero este año su desarrollo se paró debido al ataque de unas hermosas orugas de una de las plagas típicas de estas plantas, la mariposa de la col, Pieris brassicae
Larva de Pieris brassicae sobre la planta de colza de mi jardín.
Los nombres comunes y científicos de algunas mariposas de la col dejan pocas dudas respecto a sobre qué plantas de desarrollan sus larvas. Por ejemplo, la de las larvas de mi planta: Pieris brassicae.
Mariposa adulta Pieris brassicae.
O la llamada blanca verdinervada, Pieris napi.
Mariposa adulta, Pieris napi.
Un buen día todas las larvas desaparecieron de la planta, no sé si será porque se fueron a pupar a otro lugar, aunque no las encontré por mucho que las he buscado, o porque algún pájaro de los que pululan por el jardín las ha descubierto y se ha dado un banquete. Parece que estas larvas tienen pelos urticantes y mal olor y sabor, pero hay depredadores capaces de todo.
La verdad es que ya se habían comido casi todas las hojas excepto algunas más viejas de la roseta basal. También se comieron la mayoría de las flores y solo algunos capullos quedaron, cuando una nueva plaga vino a sumarse a la anterior: los pulgones, concretamente una especie muy específica de estas crucíferas, colza, coles, repollos, nabos y similares: Brevicorine brassicae. Nuevamente su nombre científico nos da pistas sobre sus plantas nutricias. 
Los pulgones cubrieron por completo en pocos días los restos de la planta y con sus picos bien hundidos en el tallo, sorbían la sabia que aún producía.

Pulgones, Brevicoryne brassicaesobre los tallos de colza.
Estos pulgones se caracterizan porque en la fase áptera (sin alas) son verdosos y con esa especie de polvillo blanco que se ve en las fotos. Las hembras ápteras pasan el invierno protegidas en los resquicios de las plantas y en primavera comienzan a "parir" hijas sin necesidad de macho que las fecunde (partenogénesis) y sin poner huevos. Entre estas crías aparecen también ejemplares alados que vuelan en busca de nuevas plantas donde desarrollaran sus nuevas hijas. Y se ponen a ello con gran éxito, ocasionando daños a los cultivos de los huertos. En otoño otros individuos alados vuelven a volar en busca de otras plantas donde volver a criar y pasar el invierno.
Puede que a los seguidores de este blog ya les suene el aspecto de los pulgones hinchados y amarillentos de la siguiente fotografía. es lo que los especialistas llaman "momias", pues ya los vimos en una entrada cuyo enlace pongo al final del artìculo.
 Momias de pulgón, Brevicoryne brassicae, junto algunos ejemplares alados. los restos blanquecinos a su alrededor son las pieles de la muda, llamadas exuvias.
Bien, pues esas momias son pulgones que han sido parasitados por una minúscula avispilla que también pude ver entre ellos. Posiblemente una especie muy concreta que los ataca: Diaeretiella rapae.  

Avispilla Diaeretiella rapae sobre el tallo de colza.
No tuve que esperar mucho para ver a la avispa parásita en plena acción de poner su huevo por debajo de un pulgón estirando su abdomen hacia delante.
Avispilla Diaeretiella rapae en el momento de poner el huevo bajo el pulgón.
Aquí se puede ver en un corto vídeo:


Pero a base de fijarme en ellas también descubrí otras avispas con el abdomen más redondeado. A diferencia de las anteriores, estas avispas no pululaban entre los pulgones vivos, sino sobre las momias.
Avispilla hiperparásita, posiblemente del género Pachyneuron sobre una momia de pulgón, dispuesta a poner su huevo. 
En efecto, lo que estaban haciendo era poner su huevo en ellas, pues esta especie no parasita al pulgón, sino a la larva de Diaeretiella que se está desarrollando en su interior. Es el fenómeno conocido como hiperparasitismo. Quizás esta nueva avispa pertenezca al género Pachyneuron, pero es muy difícil de determinar, sobre todo a partir de una foto de tan mediana calidad. Para que el desarrollo de la hiperparásita sea posible es importante que la larva que se está desarrollando dentro de la momia siga viva y que no tenga ya otra larva alimentándose de ella, posiblemente por eso es por lo que la avispa madre se toma su tiempo y va revisando las momias a su alcance ante de decidirse a poner el huevo en una de ellas.
Avispilla hiperparásita, posiblemente del género Pachyneuron sobre una momia de pulgón, dispuesta a poner su huevo. 
Pero en la planta de colza aún hay otros habitantes, uno de ellos es una joven araña Napoleón, Synema globossum, que está ejerciendo de superdepredador en este miniecosistema. Para interpretar y recordar el por qué de ese nombre común no hay más que echarle algo de imaginación al mirar la mancha de su abdomen, aunque si el nombre no fuese tan antiguo estoy seguro que la habrían llamado araña Darth Vader. Estas arañas son típicas de las flores y tienen un veneno que paraliza con gran rapidez a las abejas, avispas, moscas e incluso mariposas que acuden a libar en ellas. Sin duda el lado oscuro de la fuerza les acompaña, pero éste ejemplar es tan pequeño que, por el momento, parece que se conforma con llevarse a la boca los numerosos pulgones que hay a su alcance.
Joven araña Napoleón. Synema globossum.
También en la planta aparecieron unos gusanos verdosos que se encontraban justo en el límite superior de las colonias de pulgones. Tienen todo el aspecto de larvas de moscas (dípteros)...

Larva de díptero sírfido en el borde de la colonia de pulgones Brevicoryne brassicae.

Estos gusanos son larvas de sírfidos, esas moscas que suelen visitar las flores para libar el néctar y que tienen un diseño amarillo y negro imitando a las avispas. Enseguida comprendí por qué estaban en el borde de la colonia, porque por donde ellas pasaban no quedaba un pulgón vivo. Si la historia de las avispas parásitas e hiperparásitas parece de ciencia ficción tipo Alien y la araña nos recuerda a la Guerra de las Galaxias, estos gusanos son como una película de terror a la antigua usanza, de aquellas en blanco y negro, con bichos que se van comiendo todo lo que encuentran a su paso y nunca dejan de tener hambre. Os aseguro que al patalear de los pulgones mientras se los están comiendo vivos solo les faltaban los gritos de pánico... o quizás griten y yo no los pueda oír.
Larva de sírfido en el momento de depredar sobre un pulgón, Brevicoryne brassicae. Estaría por asegurar que lo que tiene abajo el pulgón es un huevo de avispa parásita.
De toda esta entrada se deduce que me gusta la fantasía y la ciencia ficción, pero también que hay numerosos animales que contribuyen al equilibrio biológico y que antes de proceder a rociar con insecticidas los huertos y los jardines deberíamos estudiar otras opciones e incluso dejar a la naturaleza actuar. Y, por supuesto, un rincón salvaje en un jardín o en una terraza es una excelente oportunidad de descubrir cosas interesantes, no te las pierdas.

Otras entradas de la serie "El jardín de los destinos cruzados" con otros protagonistas en:

http://notasdecampoyjardin.blogspot.com.es/2013/09/una-mala-hierba-sus-pulgones-y-su-vida.html

http://notasdecampoyjardin.blogspot.com.es/2013/08/el-jardin-de-los-destinos-cruzados.html

Y todo esto, no os quepa duda, no lo habría podido interpretar sin la ayuda de los amigos especialistas de BIODIVERSIDAD VIRTUAL. Muchas gracias.

Historias de mirlos en el jardín. Mírenlos.

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No hace mucho un compañero científico del Museo, y seguidor de este blog, me aconsejó que no me preocupase tanto de hacer sesudas entradas llenas de datos y textos, que a él le gustaban más ligeras y con la frescura de un cuaderno de campo.
Con todo mi aprecio como persona y admiración como científico, que además sabe divulgar, le voy a hacer caso y espero que me salga una entrada refrescante, que falta nos hace.


Ya he comentado en otras ocasiones que en el jardín intento facilitar la vida a la fauna que pueda acercarse poniendo a su disposición plantas, a ser posible autóctonas, que les ofrezcan alimento y refugio. Árboles y arbustos que produzcan bayas en distintas épocas del año son fundamentales. Para los insectos, además, intento dejar algunas "malas hierbas", que suelen ser fuente de interesantes observaciones.

Es muy importante también tener algún lugar donde las aves puedan beber agua, tanto en invierno como en verano. Parece mentira, pero en invierno, cuando hay varios días seguidos de temperaturas bajo cero, el agua líquida es también necesaria y un agujero en el hielo del estanque es un punto de atracción.


Hay en el jardín un arbolillo desangelado como él solo, que cuando no tiene ni flores ni frutos pasa totalmente desapercibido, pero cuando florece es una auténtica maravilla para la vista y el olfato, se trata del serbal de los cazadores, Sorbus aucuparia

La floración es primaveral y relativamente temprana, con lo que es todo un regalo para los abejorros, abejas, avispillas y dípteros de todo tipo que acuden a libar pagando el peaje de transportar su polen.
Y bien entrado el verano, sus abundantes frutos son un punto de atracción para muy diversas aves, entre las que en mi jardín destacan los mirlos, que alternan su búsqueda de lombrices, arrancándome alguna que otra planta de rocalla, con la dieta frugívora. 

En estos días dos hembras de mirlo han alimentado ante la ventana de mi cocina a sus pollos, tanto con lombrices como con los frutos del serbal. Y me han permitido fotografiarlos.
Me hace mucha gracia que cuando el pollo está solo y sobre todo si mi perra o alguno de nosotros nos acercamos, queda quieto como una estatua.
También cómo la madre se deja ver en las cercanías durante un buen rato, aunque en silencio, sin acercarse a la cría.
Y cuando llega, la alimentación es rápida, alejándose inmediatamente.
A una de las dos madres la podía diferenciar por el "despeinado" del las plumas de la nuca.

Un día después de hacer estas fotos, vi que las dos hembras estaban mirando con mucha atención en el estanque. Perdonadme la humanización al interpretar su comportamiento, pero casi puede ver su preocupación y enseguida me di cuenta de lo que podía estar pasando. Corrí hacia el jardín, pero el pollo ya estaba ahogado.

Curiosamente las dos hembras de mirlo han seguido alimentando al único pollo superviviente. Y no solo eso, también defendiéndolo, porque durante toda una mañana un par de urracas han debido estar intentando cazarlo y esa parte del jardín fue todo un jaleo entre las dos mirlas y las dos urracas.

No puedo saber es si las dos hembras de mirlo son dos madres con sus correspondientes hijos únicos o solo una de ellas es madre de los dos y la otra está contribuyendo a su cuidado. Lo que sí puedo asegurar es que al afortunado pollo superviviente no le ha faltado comida ¡qué manera de tragar!

En los estanques y variados recipientes de agua que tengo repartidos por el jardín, hay superficies escalonadas, abundantes nenúfares o malla de plástico en la orilla, como la que se ve en el lado izquierdo de esta última foto, para ofrecer superficies irregulares por las que trepar y evitar los ahogamientos, pero se ve que ese pollo no fue capaz de encontrar la manera de salir. Por cierto, el pájaro de la foto es un ruiseñor, muchas veces escuchado pero pocas veces visto. 







Nuevas vidas en las Tablas de Daimiel

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Este fin de semana ha tocado un viaje relámpago para ver a la familia manchega y no he podido resistir la tentación de acercarme a las Tablas de Daimiel. Es algo frustrante ir solo para poco más de dos horas y además en un fin de semana que se esperaba (y estaba) lleno de gente, pero la primavera no me ha defraudado. 
La presencia de tantos visitantes hace que las especies más interesantes apenas puedan verse, pero afortunadamente tienen agua de sobra para alejarse, vivir y criar lejos de miradas indiscretas. Sin embargo, algunas aves se han adaptado perfectamente al jaleo y parecen patos de parque urbano. Así, sobre todo fochas y patos colorados, se acercaban a las pasarelas sin ningún temor y hacen las delicias de los visitantes.
No me he podido resistir, aunque ya puse dos entradas dedicadas a las Tablas, a sacar aquí a las nuevas que pululan por las aguas del Parque. Recuerdo que la última vez que fui se me averió la cámara (más bien la cámara y el objetivo dejaron de entenderse) y no pude hacer las fotos a gusto. Hoy me resarzo de aquel contratiempo.
Pollo de focha común, Fulica atra.

Los pollitos de focha común, Fulica atra, estaban por todas partes. Son realmente extraños, con su cabeza calva, los plumones con aspecto de pelo revuelto y los tonos rojos de la cara, como de viejo borrachín, que contrastan con el pico y escudo frontal blanco de los padres.
Se podían ver algunos ejemplares adultos solitarios y otros por parejas, acompañados por los pollos. En algunos casos había diferencias de tamaño bastante evidentes entre los hermanos. A simple vista se puede apreciar que debe haber una elevada mortandad entre las crías porque los grupos de pollitos más jóvenes eran de 5 ó 6 ejemplares, mientras que los más grandes eran sólo uno o dos los que acompañaban a su madre.
 Adulto y cría algo crecida de focha común, Fulica atra.
Supongo que los aguiluchos laguneros y las garzas, fundamentalmente, dan buena cuenta de las crías de focha, así como los lucios, que no hacen ascos a los patitos y crías de otras aves acuáticas que se atreven a entrar en el agua.
Las fochas no son anátidas, sino gruiformes y, aparte de muchas otras características que las diferencian, como las palmeaduras de los dedos de las patas y el pico, el comportamiento de alimentación de las crías es distinto al de sus vecinos de laguna. A pesar de ser pollos nidífugos con una gran independencia y capaces de comer por sí mismos, cuando la madre focha se sumerge hacia el fondo en busca de comida y sale con el pico repleto de plantas acuáticas, los pollitos acuden a pedirle y ella les suele dar de comer en el pico. Eso no lo hacen los patos, aunque a veces sí que acudan para aprovechar el momento, igual que los pollos de gallina se acercan corriendo cuando la madre rasca en el suelo.
Pareja de focha común,Fulica atra y sus crías. En ocasiones llegué a pensar que podían ser dos hembras con sus respectivos hijos porque parecía que se movían con una cierta independencia y los pollos no se mezclaban.

Como decía antes, los otros grandes protagonistas del día fueron los patos colorados, Netta rufina,  que se acercaban a las pasarelas repletas de gente sin ningún temor.
Como suele ocurrir con las especies con un gran dimorfismo sexual, y al contrario de lo que pasa con las fochas, gansos y cisnes, los machos no ayudan a la crianza de los pequeños y se veía a las madres solas, seguidas por sus numerosos hijos.
Hembra y crías de pato colorado, Netta rufina.


Es importante la coloración mimética para que en caso de peligro los patitos puedan huir hacia la vegetación emergente y camuflarse, lo que también hacen las madres. A pesar de sus colores pardos, es posible reconocer con facilidad a las hembras de esta especie por la zona oscura de la cabeza por encima del ojo y el color del pico. Los machos serían como un semáforo demasiado llamativo. La evolución se ha centrado en los caracteres sexuales secundarios para conseguir conquistar a las hembras.


Pollo de pato colorado, Netta rufina.
En mi anterior entrada sobre Daimiel fotografié el proceso de acoso de varios machos para cubrir a una hembra y lo achaqué a la presencia de excesivos ejemplares en la laguna de aclimatación. Más tarde he sabido que esos comportamientos son también frecuentes en los colorados que viven en libertad, aunque, naturalmente las patas tengan más fácil la huida y la elección del macho de su gusto en un entorno abierto.
Patos colorados, Netta rufina,madre e hijo. El pollo se acerca para picar lo que pueda caer del pico de la madre, pero no es alimentado activamente como hacen las fochas.

Es posible que en la cercanía de las pasarelas llenas de gente se sientan más seguras, porque sus enemigos naturales no se atreven a acercarse tanto a las personas y esa sea la razón por la que se están acostumbrando a la gente.
Los machos son inconfundibles, con su cabeza aparentemente muy grande por lo abultado de su plumaje pardo rojizo y el contrastado pico rojo.
Macho de pato colorado, Netta rufina.

La ultima de las especies que he podido fotografiar con sus crías es la malvasía,Oxyura leucocephala, pero antes de recibir elogios por mi suerte me apresuro a decir que las siguientes fotografías, a diferencia de las anteriores, están hechas en la laguna de aclimatación, por lo que el mérito es muy relativo. Lamentablemente, además, tenía la luz en contra.
 Hembra y crías de malvasía,Oxyura leucocephala, en la laguna de aclimatación del parque.

La malvasía es todo un símbolo en la historia de la conservación, porque casi puede decirse que se salvó in extremis. Pero afortunadamente, aunque la UICN aún la considera en peligro, parece que sus poblaciones ibéricas se van recuperando. No merece la pena que me extienda sobre su historia cuando los artífices de este milagro, la Asociación de Amigos de la Malvasía, tienen su propia página web que se puede consultar de primera mano.
Hembra y crías de malvasía,Oxyura leucocephala. El diseño del plumaje es muy parecido, pero el color de la hembra adulta es más pardo.

Yo solo puedo decir que disfruté mucho viendo las evoluciones de la madre malvasía y sus patitos, que no paraban de bucear en busca de alimento. También de los cortejos y exhibiciones de dos machos.
Tuve suerte por verlas activas, porque esta especie pasa mucho tiempo sesteando, aunque cuando despiertan no paran quietas.
Hembra de malvasía,Oxyura leucocephala.

Las hembras son de colores más discretos y con el pico oscuro, no azulado como el macho. El abultamiento de la zona nasal es característico de la especie y las diferencia de la especie foránea, la malvasía canela, la gran amenaza para la especie autóctona por la facilidad con que hibrida con ésta.
El macho es muy llamativo con su pico azul en época de celo.
macho en celo de malvasía,Oxyura leucocephala.



Enlaces:

Otras entradas:



Las aves en blanco y negro del río Cigüela en Villarta de San Juan

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Avefría, Vanellus vanellus.
 Además de la corta visita a Daimiel que conté en la anterior entrada, también pude dar un paseo, más corto aún, por las orillas del Cigüela en Villarta de San Juan. Como suele decirse casi ni los más viejos del lugar se acuerdan de haber visto el río como este año, tanto por su caudal como, y especialmente, por el grado de encharcamiento en los campos de su entorno. Desde luego, en los veinte años que yo llevo visitando el pueblo habitualmente, nunca lo había visto así, ni con tantas y tan variadas aves.
Cigüeña blanca, Ciconia ciconia.
Los campos empezaban ya a secarse con estos calores ya prácticamente veraniegos. Por solo un par de días me he perdido la visión de un grupo de entre 15 y 20 flamencos, que nunca habían visto antes en el pueblo y han recalado durante una temporada ante los asombrados ojos de los villarteros. Pero aún se veían avefrías, cigüeñuelas, gaviotas y fumareles, que tampoco están nada acostumbrados a ver. 
Cigüeñuela macho, Himantopus himantopus
Cigüeñuela hembra, Himantopus himantopus
Las cigüeñuelas, aparte de verse picoteando en las zonas encharcadas, es evidente que estaban criando, porque al pasar por los alrededores del puente romano debieron considerar que éramos una amenaza y se dedicaron a sobrevolarnos chillando y llamándonos la atención con la intención de alejarnos de los lugares de cría. En cuanto una dejaba de hacerlo, posiblemente porque ya nos habíamos alejado de su nido, tomaba el relevo otro ejemplar que debía sentirse amenazado en su territorio. El caso es que nuestra presencia fue continuamente señalada durante una parte del paseo.

Más habitual aquí es ver a las cogujadas y otras aves típicas de los barbechos, donde son difíciles de distinguir entre la vegetación agostada y resultan un poco chocantes sobre las algas secas que han quedado en los campos en su proceso de desecación. 
Cogujada común, Galerida cristata.
Aunque hay una buena representación íctica, especialmente de especies de peces introducidas, desde carpas y tencas hasta gambusias, lo que observé en sus picos eran renacuajos, tanto las gordas larvas de sapo de espuelas, Pelobates cultripes, como de rana común, Pelophylax perezi. 
Garcilla bueyera, Bubulcus ibis.
En las zonas de poco fondo pescaban las garcillas bueyeras y en aguas más profundas, con un acrobático vuelo, los fumareles cariblancos. 

Fumarel cariblanco, Chlidonias hybrida.


Como en Daimiel, las fochas eran seguidas por sus pollos, solo que aquí tienen más cuidado de mantener las distancias. Es curioso ver la diferencia de comportamiento entre las aves que crían en el Parque Nacional, acostumbradas al público y las del entorno del pueblo, mucho más asustadizas. Y más interesante aún cómo lo aprenden los pollos apenas salidos del cascarón, que siguen a su madre.
Focha, Fulica atra.
En algunos lugares el agua está muy eutrofizada y la superficie está cubierta por una gruesa capa de algas filamentosas sobre la que los pollos podían andar perfectamente con sus palmeados dedos, aunque ante nuestra presencia preferían correr hacia el agua..
Pollo de focha, Fulica atra.
También me llamó la atención la presencia de gaviotas reidoras, que al principio confundí con los fumareles porque volaban juntos, aunque su vuelo es mucho más pausado. Creo que tampoco se habían visto aquí en pleno verano y muy poco en invierno.
Gaviota reidora, Chroircocephalus ridibundus.
Para terminar muestro una foto, bastante mala, tomada en la lejanía de una de las zonas de inundación pegadas al cauce de río, donde pueden verse juntas, además de algunas de las aves ya enumeradas, un porrón común. El conjunto es bastante singular.

El vals de las mariposas en el Valle del Lozoya

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El pasado fin de semana compartimos con otros miembros de Biodiversidad Virtual (BV) dos estupendas jornadas de apasionados por la naturaleza y la fotografía. Se trató de un "testing" celebrado en el valle del Lozoya, en Gargantilla y en San Mamés. Expertos en diferentes ámbitos compartieron sus conocimientos con el resto de los mortales, con la camaradería que caracteriza a esta plataforma pero con el aliciente añadido del contacto personal, que no pudo ser mejor.
Con un contagioso entusiasmo corríamos a cada voz de alarma de alguien que gritaba porque había hecho un hallazgo interesante. Igual se trataba de una curiosa flor, un insecto extraordinario o un arácnido, el solífugo, que no hacía honor a su nombre y se paseaba a pleno sol, ni a su fama  de esquivo, pues vimos un buen montón de ejemplares. Me guardo algunos secretos para otras entradas y hoy me centraré en las mariposas.
¡Por fin! tras un par de semanas de calor, parece que los insectos empiezan a hacer su aparición, con evidente retraso. Las mariposas estaban activas a rabiar, no había manera de verlas posadas y fotografiarlas era casi un triunfo. No obstante pude hacer fotos de esta docena de especies, aunque en las listas de BV estoy seguro que que por lo menos se duplicará esta cifra.
Como ya he dicho en otras ocasiones, soy un entusiasta de los cardos y, una vez más, no me decepcionaron, la mayoría de las especies las pude fotografiar sobre sus flores.

Familia Pieridae

Mi favorita del fin de semana ha sido la mariposa del majuelo, Aporia crataegi. Parece mentira que sin tener colores brillantes, solo con la elegancia del color blanco mate y las nerviaciones negras, consiga semejante belleza. El nombre del género quiere decir "de paso indeciso", debido a su estilo de vuelo. Y el de la especie hace referencia a Crataegus, el nombre científico del majuelo, donde se desarrollan las orugas, aparte de en otras rosáceas.
Aporia crataegi
Pero el momento más interesante nos lo ofrecieron esta pareja de Antocharis cardamines. Mientras que la hembra permanecía quieta en una ramita el macho volaba exhibiéndose alrededor moviendo el abdomen y, supongo, que emitiendo sus mejores perfumes en forma de feromonas. Era una preciosa danza que es la que me ha inspirado el título de la entrada. Como estaba en una zona algo umbría y no me quería acercar demasiado a ellas para no molestarlas, las fotos están muy recortadas y no tienen la calidad debida. Su nombre común es musgosa, debido al diseño verde del reverso de sus alas.
Anthocharis cardamines

Tampoco es muy buena foto a de Colias croccea, además no pude sacar el anverso de sus alas, que es color amarillo anaranjado, de donde viene el nombre específico, del Croccus, azafrán, por su color, no por su alimentación.
Colias crocea
Tampoco podía faltar la blanca de la col, Pieris rapae.
Pieris rapae
Y muy parecida por la parte superior, pero bien distinta por el reverso, es Euclhoe crameri
Euclhoe crameri
Familia Nymphalidae

La hermosa Aglais urticae, que se alimenta en la fase larvaria de las ortigas, hace que me den ganas de poner esas plantas en algún rincón del jardín, sólo por poder disfrutar de su presencia.

Aglais urticae
Perseguí a varios ejemplares de Argynnis pandora, pero la mayoría se me escaparon, excepto este.

Argynnis pandora

Y también pude fotografiar tranquilamente un ejemplar de Issoria latonia, más bonita aún, cuando permanecía posada en el suelo como tienen por costumbre hacer las mariposas de este grupo. En el reverso tienen unas manchas plateadas que son las que le dan nombre.
Issoria lathonia
Y la llamada lobito listado, Pyronia bathseba, que como muchas de sus parientes, cuando  levanta las alas anteriores deja ver la mancha en forma de ojo y quien sabe si le vale para asustar a algún pequeño depredador.
Pyronia bathseba
Familia Lycaenidae

Pero las que deberían llamarse lobitos son los licénidos, pues eso es lo que quiere decir el nombre de esta familia. Es el mismo origen que el nombre de los licaones, los perros salvajes de África. Estas pequeñas mariposas volaban inquietas por todas partes. La primera en caer ante la cámara fue Lycaena phlaeas, la  llamada manto bicolor.
Lycaena phlaeas
Y las últimas, estas dos pequeñas que estaban libando juntas en el suelo mojado, posiblemente cargado de sales minerales por la orina de los corrales de cabras cercanas.
Lampides boeticus

Familia Sphingidae

Las mariposas colibrí,Macroglossum stellatarum, son mariposas heterópteras, de las comúnmente llamadas nocturnas, aunque esta especie tiene su plena actividad al sol, incluso en algún día de invierno. Liban de las flores con su larga lengua imitando el comportamiento del colibrí. Ya hace tiempo que dediqué a esta especie unas entradas, pero no me puedo resistir a añadir estas dos últimas fotos, porque mejoran bastante a las anteriores.


Macroglossum stellatarum
Debo decir que las mejores fotos de las aquí expuestas las he hecho con el teleobjetivo zoom a 400 mm, que he visto que es la mejor manera de no interferir en su comportamiento y de no asustarlas.

Seguiré en futuras entradas con otros interesantes insectos y alguna que otra flor realizadas en este "testing".

Entre amigos y bichos en el Valle del Lozoya

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Más especies interesantes vistas en el testing del solsticio de verano.

Como ya comenté en la anterior entrada sobre las mariposas, las dos jornadas que pasamos en el Valle del Lozoya con los compañeros de Bodiversidad Virtual (BV) fueron intensas e interesantes. Uno de los momentos más divertidos, aparte de los chapuzones en el arroyo, fue cuando se encontró el primer ejemplar de un curioso y gran saltamontes cuyo nombre científico es ni más ni menos que Saga pedo. Teníais que haber oído el grito de ¡Un Saga pedo, un Saga pedo! y una veintena de locos cargados con los más diversos equipos fotográficos rodeando al pobre animal. Cualquiera que nos hubiese visto se habría partido de risa o habría salido corriendo por si éramos peligrosos.
Bueno este es el animalito en cuestión:
Saga pedo
Curioso ¿verdad? Pues su interés va mucho más allá de su aspecto. Por un lado es el ortóptero de mayor longitud de Europa, alcanzando los 12 cm de tamaño de cuerpo. Además, presenta la peculiaridad de que no se conocen machos de la especie, todos los ejemplares son hembras y tienen el largo ovopositor con forma de estilete característico de la familia Tettigonidae, a la que pertenece. Eso quiere decir que se pueden reproducir sin necesidad de ser fecundadas, por partenogénesis. Esto es posible porque tienen un juego cuádruple de cromosomas (es tetraploide) en lugar de tenerlo doble (diploide), como la mayoría de los animales. Es decir, que es como si las hijas fuesen clones de sus madres. Hay otros insectos que también tienen esa peculiaridad, como algunos insectos palo.
Igual que otros grandes ortópteros en su alimentación se incluyen insectos a los que sujeta con las patas delanteras, que están provistas de espinas para retenerlos, de manera parecida a como lo hacen las mantis religiosas.
Por último, el valor de la observación de los cuatro ejemplares que vimos, es muy grande, pues aunque tiene una distribución amplia, las citas son muy escasas y dispersas, por lo que se considera una especie vulnerable por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).

De la misma familia vimos este otro saltamontes al que aún no he podido asignar el nombre científico, pero en cuanto los expertos de BV lo revisen lo pondré. 
Y otro insecto emparentado de cerca con los ortópteros, son los insectos palo, del orden de los fásmidos. Es interesante y difícil de ver, casi tanto como los fantasmas que le dan nombre a la familia, no tanto por su escasez como por lo bien que se camufla. La especie es Pijnackeria hispanica, que se alimenta principalmente de retama negra, planta que se encuentra abundantemente en la zona, aunque el que yo vi estaba sobre cantueso, flor que por cierto, estaba en plenitud.
Pijnackeria hispanica.
Otra de las pequeñas maravillas que pudimos observar y fotografiar fue el neuróptero Nemoptera bipennis. Una preciosidad que parece una mezcla de mariposa y libélula, aunque nada tenga que ver con unas u otras. Como los demás neurópteros son animales depredadores y tienen una fase larvaria bastante fea, que no tiene ningún parecido con los adultos y está provista de dos poderosas mandíbulas. Es un insecto que solamente vuela como adulto unas pocas semanas con los primeros calores, momento en que se reproducen, tras haber pasado dos años en forma de larva.
Nemoptera bipennis.
Los coleópteros también estaban dedicados a la reproducción y algunas especies tenían montadas verdaderas orgías en muchas de las abundantes flores que cubrían los prados. Entre ellos los Anisoplia baetica que no desperdiciaban el momento para comer néctar y polen.
Amor en equilibrio de Anisoplia baetica. 
E igualmente los abundantes Heliotaurus ruficollis, que aunque pueden encontrarse en cualquier tipo de flores, eran particularmente abundantes en las de cañahejas o zumillos, Thapsia villosa, que nos ha dado la impresión de que este año se han dado mucha prisa en crecer.
Heliotaurus ruficollis sobre flores de Thapsia villosa. Y algún moscón mirón.
Heliotaurus ruficollis. 
Ya han salido varias veces en este blog los meloideos conocidos como mascaflores. Hemos visto mascaflores mesetarios, Mylabris hieracii y fotografié Mylabris variabilis
Mylabris variablilis
Y otra especie parecida, pero de diferente género, que se distingue por tener las antenas terminadas en una especie de maza por el ensanchamiento de los últimos artejos, Actenodia billbergii.
Actenodia billbergi.
Estos escarabajos, como ya he comentado otras veces, son tóxicos y hay especies que imitan su diseño y colorido para protegerse, de la misma manera que hay moscas que imitan a las abejas y abejorros. Para que el engaño sea efectivo las especies imitadoras tienen que volar a la vez que la imitada y a eso se dedicaba este inofensivo crisomélido de la subfamilia Clytrinae, que aún tengo que determinar a nivel de especie.
Crisomélido de la subfamilia Clytrinae
Y, cómo no, el abundante Trychodes octopunctatus.
Trichodes octopunctatus.
Y su pariente próximo, Trichodes flavocintus, que además se camufla perfectamente entre las flores de cañahejas.
Trichodes flavocinctus.
Vimos y fotografiamos muchas más especies de insectos, pero sería tedioso dedicarme a todos, así que termino con una interesante familia de moscas, dípteros, los asílidos, bastante complicados de determinar sin ser especialista. Son feroces depredadores que cazan al vuelo todo tipo de insectos, incluso de su mismo tamaño. Las hembras deben ser peligrosas para los machos porque si ellos quieren conseguir un revolcón necesitan primero cazar algo para ofrecerles y después copulan mientras ellas están entretenidas comiendo. Dejo las fotos de tres ejemplares que creo que se corresponden con tres especies distintas:



Ya sabéis que yo tengo poco de botánico, pero no puedo evitar mostrar tres de las especies que me parecieron más llamativas: Los gladiolos (Gladiolus illyricus), los lirios (Xiphion vulgare) y la orquídea serapias (Serapias lingua). Todas ellas hacían que un sombreado prado a la orilla del Lozoya pareciese un maravilloso jardín.

Gladiolus illyricus. 
Iris xiphium, ahora Xiphion vulgare.
Serapias lingua.

Otras entradas sobre el mimetismo de los insectos:

Flores de hiedra y sus comensales (2)

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El avispón europeo, sospechoso pero inocente... ¿o no tanto?

Hace justamente un par de años publiqué una entrada (1) en la que pasaba revista a las especies de dípteros (moscas) e himenópteros (abejas y avispas) que acudían a libar el néctar de las flores de hiedra. Es una de las pocas plantas floridas en esta época del año, lo que hace que cualquier día soleado sea un punto de atracción muy importante.
Hoy 14 de octubre la historia se repite con muy pequeñas variaciones.

Entonces no venían los abejorros, que esta vez sí que están, posiblemente porque este año se han marchitado antes las flores de la pasionaria que es su preferida cuando están disponibles, así como las flores del madroño, según conté en otra de las entradas (2).



Pero esta vez, en lugar de distraerme con la variedad de especies, me he concentrado en observar al avispón europeo, Vespa crabro.
Los avispones liban en las flores como cualquier otro himenóptero pues necesitan la energía que el néctar les aporta, para tan impresionantes vuelos y técnicas de caza.

Pero lo más impresionante es ver esta gran avispa sobrevolando los racimos de flores en busca de sus presas para caer sobre ellas como un ave rapaz. Sus presas serán el alimento de las larvas, que están en los nidos globosos, que seguramente se encuentren en algún árbol cercano, aunque no en mi jardín.
A veces, los avispones persiguen a las moscas y abejas cuando se asustan a su paso, pero en lo que más éxito tienen es en el ataque fulminante cuando sus presas están distraídas con la cabeza metida entre las flores. Incluso los he visto atacar a los abejorros que las superan en tamaño, aunque no en agresividad.
Una vez que capturan a su presa la muerden con fiereza y hasta llegan a cortarles la cabeza.

Los dípteros tienen el vuelo más rápido y acrobático, son más asustadizos y, por lo tanto, más difíciles de cazar. Las abejas de la miel son las más abundantes y son presa muy frecuente, pero posiblemente las que más sufren su acoso sean las avispas del género Polistes y Vespula, quizás por ser de vuelo más torpe o porque son menos asustadizas. El caso es que, aun siendo pocas, las que se acercan a la hiedra, caen con suma facilidad.

Como muestra, aquí la imagen del avispón sobre su presa, donde podemos apreciar también la diferencia de tamaño que hay entre ellos.

Y por último, el macabro resto del episodio anterior, la cabeza y patas anteriores de la avispa mordiendo la hoja de la hiedra, mientras que el resto se lo llevó volando.

No quiero dejar de señalar claramente la distinción entre el avispón europeo y el asiático. Últimamente en las redes sociales han aparecido decenas de fotos de avispones europeos cuyos autores preguntan si se trata del avispón asiático o, como han escrito algunos periodistas, el avispón asesino. Es evidente que usar ese nombre tiene éxito y sembrar alarmas también. Pero no, la mayoría de las veces no lo son. Para diferenciarlos, los avispones asiáticos no tienen colores castaños rojizos, sino negros, especialmente en la cabeza y tórax.
Avispón asiático, Vespa velutina, fotografiado por Teresa Ajenjo en Cantabria.
Por el momento es importante decir que sólo se han visto en el norte de la Península Ibérica, pero es posible que se extiendan hacia el sur y conviene estar atentos. Pero que no cunda el pánico y sobre todo que no se destruyan nidos sin estar completamente seguros de que se trata de la especie invasora.
Para recordar: Los avispones morenos son asiáticos y los rubios europeos.
Muchas gracias Teresa por la foto,

Entradas citadas:
(1) Las flores de hiedra y sus comensales, Biodiversidad en acción.
(2) El misterioso caso de las flores de madroño perforadas

El fuerte carácter de las tórtolas turcas

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Una de las aves más fieles al comedero que tengo puesto en el jardín es la tórtola turca.  De hecho, podría decir que es la que más veo después de los gorriones. Sin embargo solamente una pareja, que es como si tuviesen monopolizado el territorio de mi jardín, con el comedero incluido, aunque creo que crían en un cedro del vecindario. 

En el resto de la calle puedo ver otros ejemplares, pero por el momento aquí solo llega uno o dos ejemplares al mismo tiempo, claramente una pareja, que a veces están esperándome en el cableado para bajar en cuanto me ven entrar en casa por si les saco ya la comida. Pero antes de hablar de las tórtolas de mi jardín, no puedo menos que dar un repaso a algunas curiosidades de esta especie. 

Las primeras noticias que tuve de ellas, aparte de verlas en las guías de campo sin hacerles mucho caso, datan de hace unos 30 años, en un viaje de estudios por Cantabria integrado en las prácticas de Zoología de Vertebrados, cuando estaba estudiando la carrera. Entonces, en un determinado momento del viaje, el profesor, Manolo Fernández Cruz para más señas, hizo parar el autobús para mostrarnos un ejemplar posado en un cable de teléfono al borde de la carretera.

En ese momento me enteré que era una especie que antes no estaba en la Península Ibérica, que había entrado desde Francia y que estaba extendiéndose por la costa hacia el oeste. Posiblemente ese era uno de los primeros ejemplares que se veían en Cantabria.

Tórtola turca comiendo sedum en una roca del jardín en 2008. Cuando la nieve cubría esa gran roca las tórtolas escarbaban buscando la planta que se escondía debajo.

Como no soy "fervoroso pajarero" no me volvió a preocupar mucho la tórtola en cuestión. Supongo que alguna que otra vez la volví a ver en alguna de mis excursiones, pero no lo recuerdo especialmente. 

Ya fui plenamente consciente de ellas cuando me vine a vivir a la Sierra de Guadarrama, hace 16 años, pues escuché su canto y vi algunos ejemplares en los pinos de un jardín vecino.

Desde entonces, me acostumbré a verlas acudir al estanque de casa a beber, a las rocas a comer el sedum (lo comenté en ESTA ENTRADA de diciembre del 2008) y tímidamente, al principio, a alguno de los comederos.

Gorriones y la pareja de tórtolas en el comedero del jardín, soportando la nevada en febrero del año pasado.
Desde entonces en los alrededores, su número no ha hecho más que aumentar, igual que en el resto de España. 

Es curiosa esta expansión, que coincide con la disminución de las tórtolas comunes. Posiblemente la razón sea que al instalarse en parques, jardines y cercanías de casas rurales y urbanas, se libra de la presión de la caza. Me parece que es el mismo caso que el de las palomas torcaces que habitan los pueblos y ciudades, en franco aumento, frente a las que realizan migraciones y son abatidas a su paso por los valles de montaña. Pura y dura selección natural frente a la depredación humana.

Para seguir con las curiosidades no puedo aguantar la tentación de comentar el origen de su curioso nombre científico: Streptopelia decaocto

Streptopelia viene del griego. Streptos quiere decir collar y Pelia quiere decir paloma, es decir: Paloma de collar.
Y decaocto, quiere decir dieciocho y parece ser que viene del nombre de una sirvienta de la mitología griega que fue convertida en tórtola por negarse a pagar un impuesto anual de 18 monedas. Sin embargo, hay otras explicaciones, como que es una onomatopeya de su canto, o que viene de otra deuda sin pagar relacionada con la crucifixión de Cristo.

Momentos de la danza de cortejo de una pareja de tórtolas turcas.
Y volviendo al vecindario y a mi jardín, he observado el comportamiento de las tórtolas en muchas ocasiones y no me cabe ni la menor duda de que aparte de la proximidad a las viviendas urbanas y el refugio que eso le supone contra cazadores y depredadores naturales, tiene mucho que ver su agresividad. Pero ¿agresiva una pequeña paloma? Pues sí, cuando se pelean por hembras o en defensa de un espacio el ruido que emiten es insospechado para un ave tan inofensiva, pero es que, además, las he visto varias veces lanzándose en picado contra las urracas que estaban en el comedero de casa y tengo comprobado que éstos córvidos las respetan. Si una urraca está en el comedero huye ante la llegada de una tórtola y, si es la tórtola la que está en él, entonces no se atreven a acercarse y se conforman con merodear por el suelo a esperar que caiga alguna migaja. Lo mismo ocurre con los rabilargos, que esperan impacientes en los árboles cercanos o rebuscan en el suelo y la rocalla al pie del comedero.

Rabilargo rebuscando la comida que cae al suelo. Las tórtolas desperdician mucha comida y otros pájaros la aprovechan.



Hace unos días pude ver como durante más de 5 minutos una sola tórtola mantuvo a raya a media docena de rabilargos. En el vídeo se ven en plena acción.


Cuando por fin la tórtola parecía saciada, fue cuando se retiró y los rabilargos entraron en tropel. Curiosamente, con los gorriones no tienen el menor problema en compartir la comida y ellos no se asustan.
Después de haber visto  a los rabilargos en documentales como se ensañan con los buitres negros en su nido e incluso con águilas y milanos en pleno vuelo, me resulta graciosísimo verlos achantarse ante una inerme tórtola.
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